A estas alturas pretender decir algo nuevo de una película como esta sencillamente es perder el tiempo. Estamos ante uno de esos clásicos absolutos del cine de acción, que lo revolucionó y nos presentó un nuevo tipo de héroe para el género, lejos del tipo de músculos hinchados y rostro pétreo tenemos a un hombre orgulloso de su profesión y decidido a salvar su matrimonio. Willis lo borda magníficamente. A su lado tenemos a un villano como la copa de un pino, un Alan Rickman que borda su Hans Gruber de un modo arrebatador. El artífice de todo fue John McTiernan, un cineasta de esos que ya no hay y que espero que algún productor le otorgue la oportunidad de hacer una última película. Merecemos que ese milagro pueda producirse.