Esta película es técnicamente, hasta donde se me alcanza, casi perfecta. En esto coincido con la mayor parte de la crítica oficial. La ambientación está muy cuidada, la banda sonora no puede ser más inquietante y la interpretación de Ethan Hawke y de los demás actores es brillante. Pero nada de eso basta para contrarrestar un guión forzado. La historia que se nos cuenta está tan traída por los pelos que, al menos a mí, me dejó absolutamente frío. El director no consigue en ningún momento transmitir la evolución del estado emocional del protagonista. Lo que sí hace es convertir las casi dos horas de proyección en una plataforma de propaganda al servicio de la patraña del calentamiento global, perdón quise decir cambio climático, perdón, quise decir contaminación ambiental. Supongo que eso es lo que se pretendía y que todo lo demás no es en realidad más que el acompañamiento de guitarra. Tal vez por eso suene tan desafinada.
Tengo la impresión de que el cine tal como lo hemos conocido hasta ahora, está en vías de desaparición, y a las prueba me remito. El cine ideológico siempre ha existido, pero de forma mas bien residual, lo esencial era contar una historia interesante. Sin embargo, la mayor parte de las películas “serias” que se nos ofrecen ahora no son otra cosa que panfletos ideológicos disfrazados con mayor o menor fortuna. En esta película el panfleto seudo-ecologista se ha revestido de peripecia existencial místico-religiosa, pero la cosa atufa por los cuatro costados.