Es curioso como en los últimos años las películas de “hombre (o mujer) contra animal” se están especializando en el tema de los tiburones. Puede que sea porque es un género fácil de rodar (gracias a los efectos digitales) o puede simplemente que sea un género que funciona realmente bien en el sentido más existencialista de la propuesta (que es lo que mueve a todo “survival” que se precie). Sea como sea, muchos nos llevamos las manos a la cabeza cuando descubrimos que nuestro artesano Jaume Collet-Serra iba a rodar una nueva película de tiburones. ¿Qué puede aportar nadie a un género tan manido ya? Además, presuponemos que un autor (como es Collet-Serra) debería aportar algo en cada película. Sorprendentemente, después de ver la película, hay que reconocer que el director ha hecho un trabajo impresionante (sin duda, su mejor película). La película es técnicamente perfecta, los efectos digitales son sorprendentemente realistas, el minimalismo se combina perfectamente con el espectáculo. Si a eso le sumamos una actriz más que solvente y un guion que encuentra la manera de entretener en todo momento (mezclando hábilmente lo íntimo con lo espectacular), nos encontramos con la sorpresa de que este “Infierno Azul” es, con toda seguridad, la mejor película de tiburones desde la mejor película de tiburones (la de Spielberg). O por decirlo de otra manera: es la serie B perfecta de “Jaws”. Collet-Serra hace aquí un ejercicio del mejor cine, con excelentes planos, ritmo brutal, mucha carnaza, un inteligente uso de las emociones y una perfección técnica que ya quisieran muchos. La película, dentro de su evidente comercialidad, es buena. O por decirlo mejor: es sorprendentemente buena.