Shocker es una película (de terror) propia de su época aunque con la firma de Craven. La construcción de los personajes, las canciones de la banda sonora, la forma en que avanza, todo forma parte de los 80s. Pero también hay que reconocerle al señor Craven que sus películas siempre tenían ese plus de intentar reinventar el terror (aunque no siempre lo conseguía). Podríamos decir que el eléctrico (lo siento) Horace Pinker de Shocker es un fallido intento de crear un nuevo icónico villano a la manera del Freddy Krugger cuya primera película es cinco años anterior a esta. Un villano que pretende ser icónico en un entorno “anormal”. Mientras Fredy vivía en los sueños, Pinker vive en la red eléctrica. Y en ambos casos se nos plantea lo mismo ¿cómo matar a alguien a quien no puedes matar? Quizás el problema, a diferencia de las sagas “Pesadilla” o “Scream” es que aquí Craven pretende tomarse en serio a si mismo en un escenario que poco tiene de serio con lo que la verosimilitud salta por los aires. Falta frescura, falta humor, falta ese punch que divierte al espectador, falta mantener a su villano en pantalla (en vez de hacerlo pasar de persona en persona). Craven aprendió del error y aportó todo eso que hace sentirse como al espectador en las siguientes películas pero podríamos decir que “Shocker” es una película que no merece la filmografía de alguien que ha dirigido películas como “La última casa a la izquierda”, “Las colinas tienen ojos” o “La serpiente y el Arcoíris” además de la saga Scream o ser el creador de Freddy Krugger.

La película se deja ver con interés si comprendes en que momento y en qué circunstancias estas, también debes obviar alguna que otra locura en el guion (que son muchas), esa escena en la torre de comunicaciones que tiene de todo menos lo que se necesita a modo de clímax o esa otra escena final en el enfrentamiento dentro del televisor que resulta casi ridículo (porque rompe con el tono). También obviaremos que su protagonista Peter Berg (ahora aclamado director) esté actuando como si acabase de tomarse media docena de anfetaminas o que el villano interpretado por Mitch Pileggi (quien luego sería el sobrio Walter Skinner de “Expediente X”) está tan sobreactuado que cae en la parodia. ¿Lo positivo? Está muy bien fotografiada, crea buenas atmósferas y alguna que otra escena es interesante. Por desgracia, pesan más los errores que los aciertos.