Monterrey, México. Ulises Sampiero (Juan Daniel García) es un joven de 17 años parte de la contracultura de los Cholombianos, nombrada en la película como Kolombianos, seguidores del género musical de la cumbia colombiana, que es reproducida bajando su velocidad, ellos han construido toda una identidad alrededor de la ropa, escapularios, peinados y una muy particular forma de bailar.

Desde su aparición estas personas han sido estigmatizadas por su vestimenta y sus cortes de cabello, al punto de asociarlos con redes de narcotráfico y bandas criminales. El nexo que si es reconocido es con la pobreza, muchos jóvenes se suman a esta para, junto con sus pares, despejarse, encontrar un motivo para encontrarse, para alcanzar una unidad y tal vez, una salvación del complicado contexto vivencial.

La película se desarrolla en dos espacios temporales, por un lado, se observa a Ulises haciendo vida en New York, sobreviviendo como inmigrante ilegal, lleva su cultura en la sangre, pero en ese contexto no le vale de nada, pasa de ser un “Rey” en su barrio, a convertirse prácticamente en un mendigo, siguiendo la estela y el sacrificio de tantos migrantes.

Paralelamente a esto, el filme muestra su vida antes de su partida, que es en realidad una huida al ser amenazado de muerte, esto por una confusión con unos pandilleros locales y con problemas de narcotráfico de los que en realidad no tiene mayor participación. Este espacio sirve para conocer su contexto y así comprender su actuar y la pasión por su vida .

Este es el segundo largometraje de Fernando Frías, que además escribió el guion, ofrece una clara radiografía de esta contracultura, pero también explora la situación de violencia vivenciada en México, que de forma recurrente la muestra en noticias o en conferencias que se escuchan en la radio, sin mencionar evidentemente la tragedia a la que se enfrenta Ulises, nombre que por supuesto no fue puesto al azar.

Frías filma a esta contracultura casi como un documental, de hecho, el elenco no es profesional, aun así, el trabajo de García es muy bueno, hay un gran manejo del actores y actrices por parte del realizador. Algo muy positivo es que tampoco estigmatiza, pero principalmente, no muestra una visión de la violencia para generar lástima o simple impacto, su forma va más hacia la denuncia, esto se ve reflejado en las noticias ya mencionadas.

Ya no estoy aquí se erige como una obra llamativa, visualmente atractiva dentro de lo que propone, donde también se abordan temas como la identidad, el lenguaje y la marginación.