La película se centra en un grupo de argentinos que viven exiliados en París, esto por los problemas en su país por la dictadura de Videla, ellos se juntan con la finalidad de crear una obra a la que denominan como Tanguedia, una tragicomedia que tiene como punto primordial el tango, el film va mostrando a los distintos personajes involucrados que buscan llevar a cabo dicho proyecto.

Argumentalmente la película cuenta con una riqueza basta, aspectos de cultura que se van entramando, de forma muy sutil se representa las cuestiones relativas a la dictadura y otras históricas (aunque sea levemente), a los desaparecidos y al porqué del exilio de los personajes, y en esto mismo se desarrollan conflictos familiares que tienen que ver con ellos.

Algo que me ha gustado mucho de la conformación de este film es como involucra el Realismo mágico, en distintos momentos y de diversas formas, lo que le genera una riqueza conceptual y visual, son muchos los elementos, la presencia de Carlos Gardel, de Discépolo y de José de San Martín como personajes que se van apreciando. Así como cosas más banales como esa idealización robótica en algún personaje o algo tan simple el “desinflarse”, además de la utilización de sonidos en varios instantes que siguen esta misma línea de algo diferente.

La música corre a cargo de Astor Piazzolla, como es de esperarse es simple y sencillamente un lujo, si a esto se le anexa unas coreografías llenas de pasión da una excelencia tremenda. En este sentido, la propuesta de Solanas es muy épica, cuenta con escenarios grandilocuentes, la fotografía de Félix Monti juega mucho en dicho contexto con las luces y las sombras.

En síntesis, El exilio de Gardel es un film al que puede costar un tanto agarrarle el ritmo, pero bien vale la paciencia para ir descifrando su argumento, una obra que se aparta en demasía de las películas sobre dictaduras, dando un énfasis a aquellos que tuvieron que salir de su país durante dicho evento para salvaguardar sus vidas.