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Canadá Canadá · Toronto
Voto de Caroline:
9
Comedia. Drama. Thriller En 1937, en plena guerra civil, tropas republicanas irrumpen en un circo, durante el espectáculo, con el objetivo de reclutar a sus empleados para luchar contra las tropas nacionales. Mucho tiempo después, en los últimos años del franquismo, dos payasos (Carlos Areces y Antonio de la Torre) luchan por el amor de una atractiva trapecista (Carolina Bang). (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2010
206 de 341 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hola, amigos, soy Quentin (sí; lo del nick es un alias), el que se sentó en el preestreno a la izquierda del amigo “pionero”. Lo sé porque a mi derecha (espacial, se entiende) había sentado un tío con camisa azul a rayas, chaleco de Lacoste, gafas de pasta y un pin con el lema “Rato 2012” que, no sé porqué, me da que bien podía ser él.

En fin. El caso es que pasaba hoy por aquí y me ha decidido aportar mi propia reflexión sobre esta “peliculilla de saldo” que, total, y a falta de dos meses para su estreno, “sólo” es la más exitosa de la historia del Cine Español en Venecia (ajo y agua a los genoveses, que no tienen festival (de cine)). Una película de la que todo Dios, y no salgo de mi asombro, parece tener una opinión perfectamente definida a pesar del “pequeño” detalle de que ninguno la ha visto (salvo nuestro amigo el “pionero”, Marchante y yo, que somos V.I.P.). Sí, todo quisqui, unos poseídos por el espíritu de Nostradamus y otros por el del Caudillo, tiene ya decidido si le gusta o no y que nota le va a clavar, con dos cojones: una mitad tiene clarísimo que es la “obra maestra definitiva” y la otra mitad – ay, qué risa, Marisa- que “De la Iglesia está acabado y que desde El Día de la Bestia y no levanta cabeza”: soniquete que he oído de todas sus anteriores películas menos, por supuesto, cuando la estrenó (entonces decían que no la levantaba desde “Acción Mutante”).

Y ese, más allá de los premios que le caigan, es el mayor triunfo de De la Iglesia. Porque, mira por dónde, el bueno de Alex, un buen día, harto del percal y de tanto olor a podrido, decide echarle dos cojones y enterrar de una vez esa farsa de “La Transición”; poner un espejo delante del rostro de Jano de la verdadera España, la “eterna”, que últimamente se empeña en no reconocerse: cainita, cerril, ignorante, envidiosa y mezquina como la madre que la pario. Una España que ni perdona ni olvida y dónde, mucho más que la felicidad propia, lo importante es que el vecino se joda y no levante cabeza. Se deja de gilipolleces y, con la simplicidad del genio, muestra España justo como lo que es: un par de payasos dándose de hostias. Y, ¿qué es lo que hace el españolito ante la provocación, al ver su propio y grotesco rostro en el celuloide?: para variar, y por aquello de chiste de la tortuga y el escorpión, le da la razón; empieza a destilar veneno, envidia y mezquindad (es lo propio) hasta dejar corta la metáfora y hacer que su sarcasmo sepa, y mira que es difícil, descafeinado y condescendiente.

Enhorabuena, Alex. Has conseguido que tus payasos se proyecten dentro y fuera de los cines. Ahora que te quiten lo bailado.
Caroline
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