No he visto nada mejor, ni series ni películas de "gansters", que Narcos. Si parecía que con la muerte de Escobar al final de la segunda temporada, la serie estaba acabada, la tercera temporada nos sorprende y nos vuelve a deslumbrar con diez capítulos magnifícos, una tensión creciente, un ritmo trepidante, una ambientación excelsa y unos actores que viven sus papeles más que interpretarlos.

El mundo de la droga, la corrupción y la violencia salvaje, basada en hechos reales (con algunas licencias, naturalmente), se nos muestra en toda su extensión con descarnada verosimilitud. Así, la temporada es como un reloj de precisión en donde toda la maquinaria funciona de manera exacta y avasalladora, sin dar un respiro al espectador, que se queda enganchado como si de coca se tratara, esperando el siguiente capítulo como el drogata la siguiente raya.

Si en las dos primeras temporadas, lo único que fallaba era Boyd Holbrook interpretando a Murphy (qué actor más malo), aquí no falla nada, no sobra nada, no hay rellenos, se va a la trama directamente, y la tensión no decae en cada capítulo, aunque sepamos cómo termina el Cartel de Cali. Cuando el agente Peña (que, por cierto, en la realidad no estuvo allí), se queda mirando la barca que transporta coca por el río, mientras ayuda a su padre en sus labores campestres, nos deja el agradable sabor de una posible cuarta temporada con las andanzas del terrible Cartel del Norte del Valle, liderado por un sujeto de la "categoría" de Escobar o los hermanos Rodríguez Orejuela.

"¡Ojalá!"

Las comparaciones son odiosas. "Narcos" y "Fariña", por ejemplo.