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Voto de ChristianBlanco:
8
Drama A finales del siglo XIX, la mansión Amberson es la más fastuosa de Indianápolis. Cuando su dueña, la bellísima Isabel, es humillada públicamente, aunque de forma involuntaria por su pretendiente Eugene Morgan, lo abandona y se casa con el torpe Wilbur Minafer. Su único hijo, el consentido George, crece lleno de arrogancia y prepotencia. Años más tarde, Eugene regresa a la ciudad con su hija Lucy, y George se enamora de ella. (FILMAFFINITY) [+]
16 de julio de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Cuarto Mandamiento –título más acertado que el original-, transmite la idea de la “pena-por-la-culpa”, que no es otra cosa que “el merecido para George”, un joven apuesto y atrevido, que cosecha el maldeseo de su pueblo por su soberbia y carácter impertinente. Por su envoltorio de “película clásica norteamericana--RKO”, y su temática de “desgracia familiar y amorío neo-nobiliar”, uno predice que el filme será “uno más, otro tanto”, en la abundante lista de cine comercial americano de los años 40. Sin embargo, no solo el vestuario -de “pasarela”- y la fotografía, -majestuosa en algunos puntos con ensayos de profundidad-, contradicen esta predicción, sino que además, la obra alcanza el virtuosismo en su exquisita narración. Cuando André Bazin apuntaba que “Orson Welles había hecho antes su obra barroca que su obra clásica”, no erraba del todo: Era de esperar que con un apunte así, el espectador se encontraría con un filme sobrecargado y rimbombante, y que muy posiblemente acabaría cansando. Sin embargo, hay mérito en esta película –que como en otras de Welles como el clásico “Ciudadano Kane” (1941)- la narratividad se convierte en el “plato fuerte”. En este caso, la narración “propia para una película larguísima, acaba siendo más corta de lo previsto”, con una gran capacidad de síntesis, y en comparación, es clara su madurez en el dominio del tiempo, después de su interminable –aunque maestra- obra Ciudadano Kane (1941). Este logro, se consigue con rapidísimas escenas que ayudan a la construcción del argumento, otras tantas menos cortas y simples, que a través de sus diálogos ayudan al espectador a comprender, poco a poco, las anécdotas de los personajes y el por qué de sus relaciones. Quizás no merezca esta obra, más que un notable –por el tema-, pero el “envoltorio del caramelo”, es más que espectacular: Welles es capaz de desembuchar una desdichada y enrevesada historia, de la manera más sencilla y constructiva posible. ¿Es Orson Welles pues, en realidad un arquitecto?

Christian Blanco
ChristianBlanco
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