Evangelion me engañó. No lo digo como una crítica negativa, sino como una descripción. Me senté a ver algo y me encontré con una cosa bastante diferente. Mejor, sin dudas, pero diferente. Más compleja, más intrigante y, definitivamente, más cruel y desoladora. No sólo es una gran historia sino que, además, tiene la capacidad para tocar “fibras” profundas en el espectador. Es muy difícil ser indiferente ante este anime.

Vamos por partes. Evangelion es, en realidad, dos series en una sola. La primera parte está mucha más enfocada a la acción, al enfrentamiento directo entre Ángeles y Evas, donde predominan las batallas, los tiros, las explosiones. Se va conociendo la compleja trama que rodea al aparentemente simple enfrentamiento entre humanos e invasores. Las intrigas se esbozan en un segundo plano, pero no se deben perder de vista porque luego será difícil juntar los pedazos.

De a poco, se introducen los personajes y los vamos conociendo: Shinji (el protagonista), un chico tímido y muy introvertido. Rei, una chica casi autista. Misato, una mujer adulta pero un poco desordenada y algo irresponsable. Y Asuka, una muchacha competitiva y de carácter fuerte. Los conocemos y se conocen entre sí. O, mejore dicho, creemos conocerlos y creemos que se están conociendo o que están afianzando lazos entre sí.

Sin embargo, a partir de la segunda mitad del anime, todo se distorsiona y el velo se cae. La trama se vuelve mucho más densa y se complejiza hasta niveles exorbitantes (una segunda visión se antoja necesaria). La acción crece en sus niveles de violencia y truculencia, pero cede el protagonismo a un drama mucho más humano, de personajes que sufren un considerable deterioro emocional, con severos traumas que les “explotan” en la cara a cada rato y que dinamitan sus relaciones personales. Cualquier atisbo de comunicación entre ellos se rompe y quedan aislados del resto. Los protagonistas transmiten una soledad y una tristeza que es descorazonadora. A algunos se les cae la máscara que usaban para protegerse de los otros y de sí mismos. A otros se les revela lo frágil y lo falso del mundo que venían construyendo.

La calidad de la imagen está muy bien, teniendo en cuenta lo antigua que fue la emisión. Sin embargo, yo prefiero destacar la banda sonora. No sólo por la calidad de la música elegida (inmensa) sino también por el “particular” criterio para elegir los momentos adecuados para que suene. Por ejemplo: el himno a la alegría se escucha en medio del ataque psicótico de un personaje. También merece la pena destacar la variada combinación de planos para darle dinamismo a la historia. Desde la sucesión de imágenes a mucha velocidad, que corresponden a un nivel onírico, hasta los planos estáticos y silenciosos que funcionan para tensionar las escenas.

Respecto al polémico final, a mi me resultó bastante confuso pero no decepcionante. Casi lo considero como un cierre ligeramente optimista, teniendo los golpazos recibidos en los últimos capítulos. Aunque es innegable que muchas cosas quedan en el aire y eso puede dejar un gusto amargo. La película “The end of Evangelion” fue echa con el objetivo de aclarar algunas de esas cuestiones. En cierta medida lo consigue ya que complementa varios aspectos de la historia.

En resumen, Evangelion es un anime diferente. Por su calidad, pero también por su estilo particular y por las temáticas tratadas. Es una historia madura, que atrapa al espectador para no soltarlo hasta el último segundo de emisión y que deja reflexiones interesantes. Lo considero de visión obligatoria para quienes disfruten del anime.