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Voto de Markus David Sussmanovitch:
8
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8,0
1.867
Drama
Tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Paul Renard, un joven francés, vive obsesionado por el recuerdo de Walter Holderlin, un soldado alemán al que mató. Después de leer y firmar la última carta de Walter, va a Alemania para hablar con su familia y pedirle perdón. Sin embargo, cuando la localiza y va a hablar con ellos, algo inesperado sucede. (FILMAFFINITY)
25 de agosto de 2011
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Décadas de cine bélico más o menos antibelicista e incluso antimilitar a veces, para encontrarme sin esperarlo con el más simple y bello alegato de tal naturaleza. De 1932, la Primera Guerra Mundial fue suficiente para darse cuenta de la inmensa locura que regía sentimientos, políticas y vidas. Aquella guerra causó unos estragos extraordinarios en la psique de muchos combatientes; las mutilaciones no sólo fueron físicas, también anímicas.
Barrymore interpreta a uno de esos mutilados del alma que no pudieron vivir tras aquella guerra, cuya vitalidad les fue arrebatada en alguno de aquellos infiernos en forma de trincheras, cicatrices en la tierra para mayor gloria de Estados varios.
El guión resulta increíblemente profético, los diálogos son de una anticipación genial. Cualquiera pensaría que Lubitsch realizó esta película después de 1945 (ver "spoiler"). Claro está, no obstante, que tenían importantes pistas para ello, el odio nacionalista seguía creciendo tras Versalles.
Esta película tiene un pesimismo doble: la guerra volverá, la lucidez de personas aisladas no bastará para parar la maquinaria de poder que necesita de tanto derramamiento de sangre; la redención se tornará dura, para obtener perdón primero hay que pedirlo, y hacerlo puede resultar extremadamente difícil, a pesar de desearlo con todas las fuerzas.
El final es de una belleza excepcional y conmovedora.
Barrymore interpreta a uno de esos mutilados del alma que no pudieron vivir tras aquella guerra, cuya vitalidad les fue arrebatada en alguno de aquellos infiernos en forma de trincheras, cicatrices en la tierra para mayor gloria de Estados varios.
El guión resulta increíblemente profético, los diálogos son de una anticipación genial. Cualquiera pensaría que Lubitsch realizó esta película después de 1945 (ver "spoiler"). Claro está, no obstante, que tenían importantes pistas para ello, el odio nacionalista seguía creciendo tras Versalles.
Esta película tiene un pesimismo doble: la guerra volverá, la lucidez de personas aisladas no bastará para parar la maquinaria de poder que necesita de tanto derramamiento de sangre; la redención se tornará dura, para obtener perdón primero hay que pedirlo, y hacerlo puede resultar extremadamente difícil, a pesar de desearlo con todas las fuerzas.
El final es de una belleza excepcional y conmovedora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El comienzo no podía ser más simbólico. Palabras contra imagen. Se habla de silencio y vemos el desfile conmemorativo, se habla de paz y nos muestran las espadas, se habla de olvidar el ayer y vemos las condecoraciones, etc. La aparición de Barrymore derrumbado en la iglesia, acercándonoslo la cámara en un plano picado superior nos expresa toda la desesperación, toda la angustia de su personaje. Algo le quema en su interior y necesita calmar las llamas. Busca consuelo y ayuda, no recibe sino mezquindad.
La aparición del doctor padre de Walter es genial, con esa conversación con el padre de un niño al que acaba de atender. "Tienen futuro", dicen entre maliciosas sonrisas, un futuro que será muy negro. Esta película tiene mucho más valor vista tras la Segunda Guerra Mundial. El despertar del doctor, el abandono de su odio se nos muestra con gran humanidad y con un discurso inmejorable en el restaurante.
El atormentado soldado no recibirá el perdón, tendrá que vivir con esa angustia e intentará apagar sus llamas con la felicidad de los que perdieron a su hijo. ¿Será capaz de hacerlo sabiendo que viven en una mentira? ¿No le hará eso arder aún más? El ser humano lo tiene difícil.
La aparición del doctor padre de Walter es genial, con esa conversación con el padre de un niño al que acaba de atender. "Tienen futuro", dicen entre maliciosas sonrisas, un futuro que será muy negro. Esta película tiene mucho más valor vista tras la Segunda Guerra Mundial. El despertar del doctor, el abandono de su odio se nos muestra con gran humanidad y con un discurso inmejorable en el restaurante.
El atormentado soldado no recibirá el perdón, tendrá que vivir con esa angustia e intentará apagar sus llamas con la felicidad de los que perdieron a su hijo. ¿Será capaz de hacerlo sabiendo que viven en una mentira? ¿No le hará eso arder aún más? El ser humano lo tiene difícil.