Hace mucho tiempo que no veía una película de Isabel Coixet. Tengo la percepción irremediable de que antes de verlas, ya sé como son, y ya sé que no me gustarán. Recapacitando sobre este hecho irracional, solo se me ocurre que ya tuve suficiente con la primera que vi ("Cosas que nunca te dije", de 1996), comprendiendo ya entonces que el sello particular de esta directora, el cual no es de mi agrado, era tan señalado que iba a estar presente en todas sus películas. A ello se añaden las varias entrevistas que le he visto, a partir de las cuales me he hecho una configuración del personaje que encaja con ese sello personal.

"Elisa y Marcela" es la segunda película que veo de Coixet. Es difícil comparar esta con la del 96, ya que temáticamente están muy lejos, lo cual tiene traslación a las formas. Sin embargo, me atrevo a decir que Coixet es la de siempre. Si bien ha perdido mucha de la frescura y de la gracia juvenil que tuviere en sus inicios como cineasta, ahora, para compensar, se muestra como una "autora", con ese toque de madurez y sabiduría que supuestamente conlleva dicha palabra. Pero eso solo es barniz, Coixet se aparece en sus películas ahora igual que en el 96, cual elefante en cacharrería.

Coixet és, en mi opinión, uno de los "bluffs" más grandes del cine español, tanto es así, que siempre he tenido la sensación que la propia Coixet, consciente de sus incontables limitaciones como creadora cinematográfica, se muestra en todas las entrevistas un poco pasmada de su propio éxito, el cual, por otra parte, nadie puede negar. Su carrerón, de abasto internacional, no se puede más que aplaudir. Los motivos de su éxito, sinceramente, son del todo incomprensibles para mí. Hay quien lo tiene tan y tan difícil para asomar la cabeza, y en cambio otros/as, como Coixet, tropiezan y hacen una peli sin despeinarse. Un misterio.

El visionado de "Elisa y Marcela" confirma mis sospechas. Un blanco y negro impecable, unas imágenes de gran belleza, unas buenas interpretaciones... y la película, un verdadero buñuelo. Puro Coixet. Se le va de las manos, rebosa por aquí y por allá, superando en no pocos aspectos las capacidades de la directora, que ha reducido una enorme historia a la categoría de culebrón doméstico. El tratamiento lineal de la historia, el afán por fidelizar los hechos reales (supongo, si no tiene sentido), y su propia incapacidad creativa, matan poco a poco a los personajes, que decaen lentamente en su dimensión, en su sutileza, en sus matices, en su composición, en su belleza, etc., aplastados por la absurdidad de los acontecimientos. El tramo portugués de la película, es decir, el tramo final, es verdaderamente bochornoso, hasta el punto que el espectador tiene la sensación de estar viendo dos películas al mismo tiempo, por un lado una rareza con Lluis Homar el portugués, y por otro a dos esforzadas actrices, desesperadas para que sus personajes no desaparezcan.

Puede salvarse la primera parte de la película, el enamoramiento en esos caminos y pueblos gallegos, junto al mar, en los conventos y las aulas rurales, tan bien recreadas. El amor irrefrenable, florece a un tempo emocionalmente coherente, si bien siempre hay cierta confusión respecto a los roles de las chicas, respecto a quien es la más fuerte, la más valiente, la más decidida. Estarán desdibujadas a lo largo de toda la película, y esto es una circunstancia que la lastra de cabo a rabo.

Coixet considera que el amor debe mostrarse al espectador en forma de sexo abundante, y a ello se pone. Sin duda resulta gratificante contemplar dos bellos cuerpos amándose delicadamente, sin embargo, flaco favor le hace a la película. Pasamos de un severo encorsetamiento victoriano, a un desenfado sexual impropio de la época. Ello desajusta la película, otro problema que se arrastra hasta el final. La historia requería otro enfoque, según mi opinión. El grado de realismo aplicado a la película no está bien determinado, tiene altibajos que torpedean la película sin remedio. Es realmente impropio de una cineasta tan experimentada. El mismo problema se repite en diferentes fases de la película. Pasada la primera media hora, Coixet ya pierde el control de la película y ya jamás lo recupera, la cosa se hace cada vez más grande hasta un final para olvidar. Elisa y Marcela se diluyen sin remedio, y terminada la película, uno se pregunta qué es lo que nos han contado, cuál es su propósito, cuál es la sustancia de esta historia, más allá de reflejar algo tan evidente y bien conocido como que los postulados LGTBI no estaban de moda a principios de siglo XX. Uno espera ver una historia humana cuando va al cine, más allá del contexto, en el que sin duda puede (y debe) tener cabida la denuncia feminista. Así pues, ¿qué nos han contado? La respuesta, se me escapa.

Se da por sentado que habrá una apariencia de madurez en las películas de Coixet, una supuesta reflexión, existe una presunción de calidad. De qué hipnótico modo Coixet ha vendido esos maravillosos "prejuicios" al público y ha alcanzado su estatus de cineasta prestigiosa, es un misterio. Y aún es mayor misterio cómo después de tantas películas, el "bluff" se sigue sosteniendo.