Hollywood siempre nomina al Oscar películas de trasfondo bélico que afectan de primera mano al gobierno norteamericano. Por repetido sentimiento de culpabilidad o por insaciable curiosidad por lo que ocurre en Afganistán, Guerras sucias figura entre las nominadas del 2014 con un relato nada complaciente y un mensaje provocador: la mayoría de guerras se orquestran desde la Casa Blanca y las víctimas nunca se convierten en noticia. Jeremy Scahill realiza un ejercicio de periodismo valiente y comprometido: la película desmenuza sus investigaciones, su trabajo como reportero de guerra y su papel como azote público de las altas esferas (no os podéis perder las partes en que Scahill es acallado e insultado en encendidísimas tertulias de la televisión estadounidense). La película no tiene final, pero sí un mensaje muy descorazonador. Obra contundente, tal vez lastrada por cierta estructura propagandística y por el endiosamiento de su intrépido protagonista. ¿O bien todo ello son conclusiones involuntarias para restar potencia a un film que evoca pensamientos del todo insportables? Para amantes de las teorías conspiratorias.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities