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Voto de John Dunbar:
8
Fantástico. Comedia. Terror Rand (Hoyt Axton) es un viajante que un día regala a su hijo Billy (Zach Galligan) una tierna y extraña criatura, un mogwai. El inocente regalo, sin embargo, será el origen de toda una ola de gamberradas y fechorías en un pequeño pueblo de Estados Unidos. Todo empieza cuando son infringidas, una tras otra, las tres reglas básicas que deben seguirse para cuidar a un mogwai: no darle de comer después de medianoche, no mojarlo y evitar que ... [+]
22 de febrero de 2018
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Quisiera volver a ser un niño y volver a verla con esos ojos, con esa inocencia perdida. Quisiera volver a ser un niño y de nuevo desear un mogwai, esa exótica criatura, tierna y adorable, bautizada con el nombre de Gizmo. Quisiera volver a ser un niño, para medio enamorarme una vez más como un pipiolo de Phoebe Cates. También quisiera volver a ser un niño, para maldecir con energía y por enésima vez la torpeza de ese malogrado muchacho llamado Corey Feldman -porque contigo empezó todo chaval, y lo sabes-. Hasta querría volver a ser un niño, para sentir el mismo repelús que entonces, una vez sufrida la mutación y convertidos en esos repugnantes e irreverentes seres que dan título al film: Gremlins.
Pero ya no soy un niño, soy un adulto al que, como a cualquier otro, le han robado buena parte de esa magia destilada de la candidez infantil. Pero no el cariño nostálgico que le sigo profesando al verla de nuevo muchos años después de la última vez, tras la cual sigo enterneciéndome con Gizmo, maravillándome con la música del genial Jerry Goldsmith, o alegrándome cuando a Polly Holliday -la vieja arpía del pueblo- le dan de su propia medicina. Hasta los inventos del patriarca de la familia son todavía más cutres e inútiles de lo que lo eran entonces.
Ojalá se pudiera conservar en formol -alguna otra tampoco estaría de más- para que no perdiera ni un ápice de las sensaciones de antaño. Para que también sus efectos especiales me parecieran como hace tres décadas, un poquito más creíbles y algo menos elementales. Y aunque estas cosas no pueden ser, mi cariño casi intacto hacia ella, sí.
John Dunbar
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