Una de esas películas que hacen grande sin duda el género policíaco y que no suelen abundar en los tiempos actuales. Para quien no conozca aún a Frank Bullitt y tenga curiosidad en hacerlo, que piense en la imagen de ese policía incorruptible que antepone los principios y la ética a las órdenes superiores. El tipo duro que sabe bien lo que se juega; algo así como una versión más sofisticada y menos contundente (y sarcástica) del Harry Callahan que llegaría unos pocos años más tarde.
Inolvidables persecuciones en coche -quizá la mejor jamás filmada-, con las empinadas calles de San Francisco como testigo. Buenos secundarios y buena historia acompañada por la música del genial Lalo Schifrin.