Para ser más exactos, y así más justos, tampoco el argumento supone el principal fallo que padece, sino, probablemente más bien, un mal desarrollo o planteamiento de éste. La perfidia y la manipulación de Ravenna (Charlize Theron) y la desolación, el resentimiento y el odio que ésta produce en Freya (Emily Blunt) son lo mejor de una cinta cuya ambigüedad en el enfoque, entre el tono blando y cursi, hasta infantil incluso, y la idea de convertirla en una historia para adultos, no cuaja de la manera adecuada.
Tampoco la gélida y maravillosa por momentos puesta en escena -conjunción de elementos que recuerda 'Narnia', 'Juego de tronos' y otros éxitos recientes similares-, la belleza y el talento incuestionables de sus tres protagonistas femeninas, o el amor puesto a prueba de Hemsworth y Chastain se antojan, una vez vista, razones suficientes para justificar esta precuela-secuela. No arrastra hasta ese teórico mundo de fábula y fantasía pretendido en el que la doble pareja de enanos, con el genial Nick Frost a la cabeza, pasan de meros secundarios a la evocación más parecida al mundo Disney y, sin duda, lo más divertido del lugar.
La mención final se la lleva, aunque no sea más que una anécdota, ese antetítulo engañoso 'concedido' en España, en alusión a Blancanieves: que nadie se moleste en buscarla. Ni rastro de ella por ninguna parte.