¿Podría también convertirse en una buena película? No es que sea mala, es, simplemente, que no la recuerdo pasados cinco minutos de haberla visto, a pesar de haberme hecho gracia su humor, por momentos, bastante pueril. ¿Por qué partiendo de una buena proposición argumental -simple aunque pudiendo dar mucho más jugo-, teniendo a un actor con la vis cómica de Simon Pegg -nacido con una predisposición natural para un personaje como éste- o a la preciosa y estupenda Kate Beckinsale como sueño casi inalcanzable del protagonista, además de chispa en su humor sin contrición en un buen puñado de escenas, amén de las voces de los Monty Python en la versión original, no logra el convencimiento por ningún lado? Sencillo, porque no tengo catorce años.
Seguro que por su síntesis, su ausencia de profundidad narrativa y escasa duración me encajaría perfectamente y la aceptaría de buen grado para un viaje por carretera en autobús, antes justo de intentar echar una buena cabezada con la que soñar que yo también tengo el poder, con sólo mencionarlo, de cambiar lo que se me antoje, ipso facto.