Las herederas. Película paraguaya escrita y dirigida por Marcelo Martinessi con indudable maestría ya que va dosificando de forma gradual la entrega dramática que mantiene la atención del espectador. No se trata de sorprender con un recóndito misterio ni con un desenlace inesperado, sino de seguir la singladura humana de estas maduras mujeres cuyo mundo se tambalea al tener que afrontar una de ellas la prisión por deudas contraídas. El deseo también impone sus reglas. Puede exigir entrega, lealtad, reciprocidad o exclusividad. Cuando la emoción llega al agotamiento, las reglas perduran. Ortega y Gasset lo describía como el río que abre su cauce y luego el cauce esclaviza al río. Hasta que llega la posibilidad de derivar hacia otros rumbos. El personaje interpretado de forma excelente por Ana Brun experimenta la decadencia y desaparición de una etapa de su vida y la llamada a iniciar otra con nuevos horizontes que la hacen palpitar de nuevo y arriesgarse. Nos gustó en San Sebastián y venía muy premiada en Berlín. No es para menos. Eso sí, no abandona el estrato social acomodado de Asunción aunque señala sus indudables deficiencias y vaciedad.