La alta cocina está de moda. Véase sino el éxito todavía reciente de películas como "Ratatouille" o "Entre copas".

La peli que nos ocupa trata de aprovechar el tirón situando una ramplona historia de amor entre fogones, cacerolas y patatas deconstruidas. Menuda majadería. Una historia que no conduce a ninguna parte, unos actores que sobreactúan cuando lloran, unas situaciones forzadas hasta la saciedad...

La trama va sobre un chaval recién llegado a Zurich (preciosas esas calles de la ciudad suiza) y se pone a currar en la cocina de un restaurante de autor. Una pesada carga existencial oprime el corazón de nuestro amigo: no sabe si cepillarse a la compañera de trabajo, o putear a los compañeros del curro para ascender en su nueva empresa.

Luego está el amigo italiano que siempre de sabios consejos rara vez escuchados, y el jefe cabrón que se beneficia a la empleada y no renuncia a su familia. En fin, todo eso que nunca antes se había visto en cine.

En resumen: una película tan insípida como deben de serlo los platos de Ferrán Adrià (menudo caradura).