Ley apache que sirve para presentar una más que curiosa cinta que se desarrolla casi íntegramente en un pueblo llamado Spanish Boot, casi el mismo título de una famosa balada que años más tarde compondrá Bob Dylan.
En el centro del drama un triángulo amoroso claramente perfilado desde las primeras escenas: un jugador pendenciero, Sam Leach (McNally), que compite por la acicadala y un tanto coqueta Sally (Gray) con el herrero, alcalde y veterinario Joe Maden (Parker). Aprovecha este su autoridad para expulsar de la población a su adversario junto a las madames del saloon con la connivencia del predicador. Al fondo la posibilidad de regeneración que tiene el amor sobre la mala vida. Otro tópico.
Pues bien, a pesar de los tópicos a los que habría que añadir la presencia un tanto desdibujada de los apaches mescaleros, vencidos finalmente con la no menos tópica llegada de la Caballería en los instantes finales, nos encontramos con una película muy sólida, entretenida e interesante, con notables diálogos, buena fotografía y preciosos exteriores. Advertimos en la misma una clara querencia fordiana como se aprecia en los contraluces del umbral de la iglesia (Centauros), el efecto galvanizador de las canciones galesas de guerra que tratan de neutralizar la abrumadora asechanza de los tambores indios o la presencia, a veces amable a veces amarga, de algunos actores secundarios como el predicador galés, figura ambivalente que odia a los indios ("son criaturas del diablo"), pero que también es capaz de ofrecer su vida en ayuda del jugador al que a su vez desprecia.
En lo sanitario anotar el intento del herrero veterinario para salvar la vida del jefe indio de cuyo éxito depende la vida de la población: "Esperemos que Joe sea un buen médico ... o ese indio un buen caballo".