Frederick Frankenstein (Wilder) es ya un madurito profesor de Neurocirugía en una universidad americana que debe cargar con el sambenito de ser descendiente del personaje de Mary Shelley, cosa que inútilmente trata de ocultar alterando su apellido en Fronkonstein.
Decidido a resolver el problema de sus orígenes, marcha al castillo donde su abuelo formó a su terrorífico personaje para recrear sus ensayos en medio de una divertida serie de aventuras.
Se trata pues de una comedia que aborda a uno de los personajes clásicos del cine y de la literatura de terror.
Una espléndida comedia que, lejos de desmitificar con acritud como era tan frecuente esos años, mira con cariño y humor a los personajes.
Una parodia amable que no se ciñe rígidamente a la historia y que prefiere recoger con libertad las andanzas de los personajes, dotado cada uno de una divertida personalidad.
Un buen guion da soporte a estupendos diálogos como los que frecuentemente mantienen Frederick e Igor (Feldman), Aigor en la divertida conversación de la estación transilvana.
Música, ambientación, decorados e interpretaciones rayan todos a gran altura. Lo mismo que la realización.
Podrá no gustar a los seguidores del género de terror ni a los amantes de la comedia de carcajadas, pero sí al buen aficionado que se conforma con la sonrisa. Es decir, a la mayoría.
No se la pierdan.