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Voto de piensaencines:
8
Aventuras. Fantástico Holt Farrier (Colin Farrell) cuenta con la ayuda de sus hijos Milly (Nico Parker) y Joe (Finley Hobbins) para cuidar a un elefante recién nacido cuyas orejas gigantes le hacer ser el hazmerreír en un Circo que no pasa por su mejor momento. La familia circense de Holt incluye además a la señorita Atlantis (Sharon Rooney), Rongo (DeObia Oparei), Pramesh Singh (Roshan Seth) y su sobrino (Ragevan Vasan), La grandiosa Catherine (Zenaida ... [+]
8 de abril de 2019
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Recordáis cuando no eráis más que unos mocosos y vuestra benditas ignorancia e inocencia os hacían disfrutar en el cine como si no existiera nada más que ese momento? Yo sí, lo recuerdo, y es precisamente esa sensación una de las razones por las que amo tanto el cine. Os aseguro que pocas son las veces en que soy capaz de abstraerme hasta ese punto y disfrutar una película de forma tan pura.
Dumbo ha sido una de esas bendiciones.
Ya es mérito de alabar el ser capaz de devolver a un cascarrabias como yo a su infancia más feliz. Conseguir que me rinda sin condiciones a la magia y a la ilusión como lo hacía siendo niño en compañía de mi Padre, de mis Hermanos, de mis Amigos o de mis Compañeros de colegio. Cuando gritabas a los vaqueros “¡Por ahí no, que están escondidos los indios!” como si pudieran oírte, cuando salías del cine dando patadas como si fueras el mismo Bruce Lee o mamporros como Bud Spencer. Cuando discutías sobre si Superman era más fuerte que el Capitán América, o pensabas que una espada láser era lo más molón del universo.
Poco más haría falta añadir para recomendar a ciegas estas dos horas de evasión. Pero como hay muchos “críticos sesudos” y “cinéilos concienzudos” a quienes el entretenimiento puro les resulta indigerible, habrá que argumentar algún elemento que les haga reconocible que estamos ante todo, ante una película. Seguramente será una labor baldía, pero no por ello dejaré de intentarlo (sin muchas ganas, la verdad).
Simularé primero que no conozco de nada al señor Tim Burton y que no sé nada este Dumbo. Salvo que es una revisitación de aquel clásico maravilloso e infravalorado de Disney. De entrada ya tengo mis prejuicios, porque es tan abusiva la avalancha de remakes que padecemos que entramos al cine como las ovejas al matadero. Porque en el fondo todos compartimos esa máxima no escrita de que los clásicos son intocables. Y, asumámoslo, porque rara vez nos tomamos en serio una película “infantil”.
Pero no. Lo que me encuentro es una película con una estética y una partitura deliciosas. Una producción deslumbrante. Unos personajes sencillos, sin demasiadas complicaciones, pero bien presentados e interpretados. Un ritmo y un montaje que revelan algo más que simple profesionalidad. Unos diálogos pulidos para que no haya una frase fuera de lugar, y lo suficientemente inteligentes para dejar espacio a la ironía. Un guión que lejos de caer en la infantilización de la historia, busca su coherencia y su solidez. Que es que es el pegamento que une de manera magistral todos estos elementos que por sí solos no adquirirían forma y mucho menos vida.
Un guión que lejos de limitarse a contarnos de nuevo lo que ya conocemos, lo desmenuza y lo recompone manteniendo toda su esencia, todos sus elementos y todas sus imágenes y momentos icónicos, para contarnos algo más, de manera diferente, con personalidad y sobre todo con respeto. Una recomposición que nos muestra que detrás hay una cabeza pensante, alguien con talento y amor hacia este cuento suficientes para rearmar una pieza que no sólo no insulte al original, sino que le sirva de homenaje. Que sea capaz de ir mucho más allá de la labor de lavado y repintado que seguramente se le encargó. De volar muy por encima de la mera operación de marketing. De convertir un encargo en una obra personal.
Y aquí es donde ya no puedo simular que no conozco a Tim, a Burton. Porque una vez más me tengo que rendir ante el buen hacer de un creador tan personal y tan versátil. Un director capaz de “timbutonizar” todo lo que toca, de llevarlo a su universo. Un artista con un estilo tan personal que no necesita firmar su obra, porque bastan dos fotogramas para reconocerlo. Un señor con una madurez profesional tal que es capaz de bajarse de su olimpo para componer un cuento como éste sin temor a que le tachen de infantil. Porque pare él “infantil” es un halago. Porque sabe que todos llevamos un niño dentro y ese niño, cuando está bien alimentado y se le trata con respeto, nos convierte en un adultos agradecidos.
No, no puedo simular que no conozco a Tim, porque hace tiempo que se ganó mi respeto y me consta que el respeto es recíproco, hacia mí y hacia todos cuantos nos acercamos a él. Y uno no reniega de aquellos a quienes respeta, mucho menos de aquellos a los que quiere.
Señoras y señores, niños y niñas, les presento a Tim Burton.
P.D.: Añado, por si alguien espera un poco de "sangre" en esta opinión, que la dosis de azucar es inevitable, pero tolerable y que las escenas de acción nunca han sido el fuerte de Mr. Burton. Por otro lado, los niños protagonistas lejos de molestar, están estupendos y que el mensaje "animalista" final está más que justificado.
piensaencines
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