Vencedora del festival de Sitges de 2011, el film es un "rara habis" dentro de la filmografría de Kevin Smith, un director que no suele dejar indiferente a nadie.
Este es pues una extraño producto, que comienza pareciendo un film de horror de corte rural, después pasa al thriller psicológico con secta religiosa de por medio, y acaba como una cinta de acción pseudo-bélica. Una amalgama de géneros que configuran una película peculiar, pero no por ello especialmente memorable. No deja de haber esa crítica social, religiosa y política ya vista otras veces en Kevin Smith, así como no está tampoco exenta de ironía y mala uva el desenlace ideado.
Así, es un film extraño, que deja un regusto incompleto por esa variedad génerica y falta de focalización, y que, a pesar de estar bien interpretado (destacando especialmente a John Goodman), deja una sensación decepcionante para la fama "de culto" que le precede.