Tras su debut en Civil War, el tercer Spiderman del cine tiene su primera película como protagonista pero tampoco independizado del todo. Mientras que la tía May (muy mona Marisa Tomei) desempeña un plano injustamente secundario y con escasa incidencia en la película, Iron Man es el tutor y el que vela por él. Podemos ver a un superhéroe adolescente con las típicas inquietudes (chicas, amigos, fiestas...) pero también inmaduro y que necesita controlar el ejercicio de sus poderes y traje.

Ese efecto de un Spidey joven tiene su gracia, pero el resultado global que genera dista de ser altamente convincente. Al menos sí se agradece recurrir a un enemigo distinto al de adaptaciones interiores, como el Buitre e interpretado por el veterano Michael Keaton. Otro contrapeso a la juventud del personaje protagonista. Y con ello no quiero decir ni mucho menos que Holland no se desenvuelva bien, sino que en el desarrollo de la obra se nos hace cargante y el humor no tiene nada que ver con la acidez de Deadpool. Es para todos los públicos, aunque haya algunas escenas de cierta violencia, pero comparando con lo que llevamos visto de Spiderman desde 2002 no supone un impacto muy llamativo. De hecho, podría decir que las intervenciones de Tony Stark/Iron Man elevan un punto el humor y sorpresa de la película.

Es muy probable que el valor de este nuevo Spiderman se pueda apreciar mucho mejor en la saga de Infinity War acompañando a Los Vengadores, si bien es cierto que en 2019 existirá una continuación en la que esperemos que se produzcan avances.

Contiene escenas postcréditos (dos, una al principio y otra al final), pero una vez vistas dejan bastante que desear sobre todo la segunda (a la que no le veo la gracia).