Aunque suelen decir que nunca segundas partes fueron buenas, hay veces que eso no es así, y esta película lo demuestra. Lamentablemente tenemos que seguir viendo (soportando) a Hugh Grant, momentos en los que el ritmo de la película baja estrepitosamente, pero vamos a seguir estando con Colin Firth, que nos traerá unos registros más relajados que en la anterior película. Parece que el personaje se encuentra más a gusto consigo mismo.
Renée Zellweger vuelve a mostrarnos a una Bridget Jones desdichada, ilusionada, contradictoria, amargada, jovial... Si se dice que algunas personas son bipolares, en el caso de este personaje hablaríamos de multipolaridad. Vuelve a realizar una magnífica interpretación, aunque esta vez no le servirá para ser nominada a los Óscar.
La dirección cambia respecto a la primera película. En esta tenemos a Beeban, que mantiene un estilo narrativo similar, quizá será porque la producción de esta segunda parte repite Tim Bevan, un verdadero Rey Midas de las grandes producciones cinematográficas.
Vamos a encontrar una película más viajera, con escenarios cambiantes, dinámicos y con una banda sonora original que es una verdadera delicia porque todas las canciones son conocidas (sí, cierto, adolecen de originalidad) y hasta sorprendentes, con guiños a Sonrisas y Lágrimas o hasta al agente Bond.
Una película que no nos defraudará si lo que se busca es pasar un buen rato y mostrar más de una sonrisa.