Ya con su primera película, “Blue Ruin”, el director Jeremy Saulnier dejó claro que de sus películas podemos esperar pocos tópicos de esos que están llenos las películas actuales.
Un grupo de Hard-Rock va a tocar a un garito y allí son testigos de un asesinato. A partir de aquí, ya podemos empezar a esperar todo lo esperable pero la cosa va por otros derroteros bastante novedosos aunque no por ello buenos.
Tenía ganas de ver la película por lo que tenía de angustiosa y claustrofóbica, pero en vez de angustia nos topamos con violencia gratuita y muchas veces, en vez de claustrofobia, había rutina. En el film se percibe el peligro y el terror en cada fotograma y esas sensaciones, así como la sensación de agobio se transmiten muy bien. Pero, la verdad, la película es bastante desagradable y casi siempre de forma gratuita y la trama se va deshilachando en sucesivos vericuetos que sólo adquirirán algo de lógica en el tramo final pero que hacen que toda la fuerza que tuvo el film en su inicio se vaya diluyendo y así queda la sensación de que, si bien la película no está nada mal, pudo haber sido bastante mejor. Una sensación agridulce.