El recientemente fallecido William Friedkin hizo no pocas películas que tuvieron mucho calado y que han pasado a la historia del cine. La verdad es que se pueden nombrar a "El exorcista" (que sólo he podido ver una vez porque me da un miedo atroz) y esta como las dos que le han hecho tener un puesto de honor en la cinematografía mundial. Es una de ellas, sí.

No descubro nada si la describo como una película trepidante que tiene un poso de realismo que es de agradecer y más en el momento que estamos viviendo en el cine en la actualidad, en el que las películas de acción se empeñan en tener escenas súper espectaculares aunque se les note el CGI a la legua. Es una pena. Se echa de menos este realismo, este afán de reflejar las cosas con verosimilitud. Otra de sus características principales es que posee una de las persecuciones más memorables de la historia del cine y además a pie, lo que incrementa el mérito. Tampoco podemos olvidar que nos dejó uno de esos personajes que se han quedado grabados a fuego en la mente de cualquier aficionado a este arte (o negocio, como gustéis): Popeye Doyle interpretado por el gran Gene Hackman (que siempre tuvo la extraña habilidad de parecer mayor de lo que era).

Dirigida de forma espectacular, se beneficia de un tono casi documental y con unos efectos especiales espectaculares para la época, además de unas interpretaciones antológicas para una historia policial fantástica con un final sublime... un clásico que se hace acreedor de una revisitación de cuando en cuando, porque siempre te deja un buen sabor de boca y al que hay que agradecer un par de cositas: ver a nuestro Fernando Rey abriendo camino a todos esos actores españoles que se han atrevido a cruzar el charco (pero que a día de hoy es muy desconocido, los españoles somos especialistas en olvidar a los que abrieron camino). Por otro lado, siempre es de agradecer el esfuerzo de Friedkin de huir de los tópicos del género y de los maniqueísmos.

Te echaremos de menos, William.