Uno de los grandes nombres del último cine americano, Darren Aronofsky, creador de obras maestras como Réquiem por un sueño (2000) y Cisne negro (2010), explorando siempre la psicología humana, las obsesiones y adicciones del ser humano; puede realizar al fin un proyecto que llevaba mucho tiempo queriendo realizar, una obra ambiciosa y que aunque contundente visualmente nos deja algo decepcionados en muchos aspectos.

Noé retrata con bastante fidelidad todo el episodio, descubriéndonos más datos de este relato de los que todos conocemos, con la inclusión por ejemplo de un personaje no incluído en la Biblia (el de Emma Watson) y creando criaturas y elementos fantásticos que acompañan al poderoso apartado visual que Aronofsky y el director de fotografía Matthew Libatique crean.

Se ha de avisar que la cinta no es el clásico blockbuster contemporáneo, no hay demasiada acción y su planteamiento puede ser rechazado por más de un espectador, creándose una mezcla de la impersonalidad imperante en las cintas de gran producción y el sello Aronofsky en otros apartados como el montaje o la exploración psicológica sobre el protagonista, ciego seguidor de Dios o padre de una familia.

Lo negativo y que transforma más a esta obra en una cinta irregular y extraña es que Aronofsky no parece tener claro el tono espiritual de la historia, fervientemente creacionista en muchos segmentos y en otros parece intentar rechazar esa lectura, dejándonos una obra extraña que intenta no posicionarse pero que no deja satisfecho del todo a ninguno de los bandos, ni a los fieles cristianos ni a los ateos o agnósticos.

Aronofsky nos deja una obra irregular y extraña con una poderosa fuerza visual pero acompañado de un relato algo excesivo en duración y difícil de posicionar en su lectura acercándose en algunos momentos al puro fundamentalismo creacionista.