Un Stallone en su salsa haciendo lo que mejor sabe hacer, que no es otra cosa que plantarse con careta inexpresiva de goma mientras se apunta al más difícil todavía, esta vez en versión salvador de vidas en un terreno subterráneo. Allí luchará contra todos los elementos habidos y por haber, agua, fuego, viento y tierra, hasta derrotarlos uno a uno o, como bien dice en ese momento de desquiciamiento máximo, hasta descubrir y arrancarles el corazón.

La película, todo y que no es precisamente la octava maravilla, tiene una escena que reconozco que me pareció fascinante y una de las que vale la pena recordar dentro del género de las películas de acción. La lucha de Stallone contra los ventiladores está rodada con suma inspiración y transmite un vértigo y un acojonamiento supremo. Es el punto álgido de la cinta pero el problema es que ese punto se alcanza bastante pronto y nos lleva a hacernos ilusiones pensando que el resto estará al mismo nivel, pero por desgracia uno se va poco a poco dando de bruces con la realidad conforme la acción de desbrava y todo se va normalizando y en cierto modo vulgarizando. Tiende a caer en los topicazos más vulgares de las "americanadas" de siempre, ofreciéndonos las clásicas mixturas diversas raciales, sociales y de género de los protagonistas implicados en la desgracia. No puede faltar el presidiario blanco, el presidiario negro, el anciano, la niña, el policía, el perrito de turno o el gran héroe chulesco y sobrado de valentía al que da vida un desaprovechado Viggo Mortensen. Juntos lucharán por salvar todos los obstáculos como en las buenas "americanadas" de toda la vida, y como en las clásicas "americanadas" de catástrofes varias, alguien tendrá que morir para que alguien llore su muerte y alguien jure vengarse a la vez que alguien consiga salvarse. Si no, no sería una "americanada".

Al final pasa como casi siempre con estas pelis. Que su argumento lo hemos visto mil veces antes y otras mil después, así como su desarrollo, por lo que nos imaginamos el desenlace de todo y desgraciadamente no nos sorprendemos al percatarnos que estábamos en lo cierto. No se hace muy creíble pero al menos nos hace pasar un rato entretenido de la mano de los músculos sudorosos y esta vez también llenos de barro de Don Silvestre.

Permítanme insistir con los ventiladores. Vale la pena ver la película solo por ellos.