A los productores de 'Superdetective en Hollywood' y 'Top Gun', Don Simpson y Jerry Bruckheimer, se les metió un día en la cabeza la idea de que el peor guión escrito en los 90 para una 'buddy movie' policiaca sería el vehículo idóneo para convertir en director de cine a aquel tipo obsesionado con hacer explotar cosas desde que, siendo sólo un crío, fuera arrestado por causar un incendio al filmar un vídeo casero de 8 mm en el que ataba un tren de juguete a un puñado de petardos; habiéndose fogueado en su etapa 'profesional' con la colaboración en los storyboards para 'En busca del Arca Perdida' (1981, Steven Spielberg), spots publicitarios para Pepsi o Coca-Cola -de ahí su propensión a recrearse con los cuerpos sudorosos- y una carrera como director de videoclips a la que prácticamente no daría carpetazo hasta 2001.
Y básicamente, junto con los planos contrapicados a cámara lenta, eso es lo que tenemos en su ópera prima. 'Dos policías rebeldes' (1995, Michael Bay) es, con menos metraje del habitual en su filmografía, un manifiesto de la filosofía narrativa de Bay, aplicado a las infinitas posibilidades dramatúrgicas de una comedia de acción ambientada en Miami y protagonizada por las dos estrellas principales de las dos sit-com afroamericanas -lo que en España solíamos llamar 'series de negros'- más relevantes de la década, encarnando a dos detectives con la misión de proteger a una testigo protegida -es decir, Téa Leoni en el segundo personaje más idiota e irritante que ha interpretado (todavía faltaba más de un lustro para 'Jurassic Park 3')-.
Lo que ha pasado, tras 25 años, con las respectivas carreras de Will Smith y Michael Bay, forma parte de la historia.
Lo que ha pasado, tras 25 años, con las respectivas carreras de Martin Lawrence y Téa Leoni, es que los dos son historia.