Lo raro no es que en la filmografía de Chuck Norris haya una cinta sobre exploradores y cazadores de tesoros, sino que, tratándose de un producto con el sello de la Cannon, además funcione tan bien. Chuck Norris haciendo el ganso. Chuck Norris emborrachándose. Chuck Norris flirteando. Y sí, Chuck Norris repartiendo leña. Pero no es lo mismo de siempre, ni por asomo. Chuck Norris resulta tan irreconocible, en tantos aspectos, que hasta terminarás creyéndote que, impulsado por el comprensible estímulo de probar un género totalmente nuevo para él, casi parece un actor de verdad.
Louis Gossett Jr. -en su etapa de mayor proyección fuera de la televisión gracias a 'Enemigo mío' (1985, Wolfgang Petersen) y 'Águila de Acero' (1986, Sidney J. Furie)- no se queda por detrás de Norris -eso sí sería raro-, tirando de picardía y oficio, reforzando, gracias a la insólita química entre los dos, el inesperado logro interpretativo del karateka rubio.
Melody Anderson aporta el contrapunto de rebeldía, dulzura y romanticismo -lo siento, pero así son las heroínas clásicas del género- que ya ejerció en la que, 6 años antes, fue la primera película -que no telefilm, por si lee esto algún fan de Elvis y/o John Carpenter- relevante de su trayectoria, 'Flash Gordon'.
Dirige el veterano J. Lee Thompson ('El oro de McKenna', 'Los cañones de Navarone') poco tiempo antes de jubilarse tras rodar tres subproductos con Charles Bronson.