Lo natural tratándose de Norris -o de tantas otras estrellas marciales- habría sido, sobre todo más adelante en los 90, que su nuevo héroe busque vengarse de los malos del gimnasio rival que destrozan el de su familia, amigos o el suyo propio. Por fortuna, y en beneficio de la exploración de otros horizontes argumentales y el refuerzo de su versatilidad como actor la triquiñuela de guión hace esa premisa extrapolable al mundo de los casinos.
Chuck trabaja como vigilante de un casino para el que alterna, en ocasiones, como matón cobrando deudas... lo que le da la oportunidad de lucirse, otra vez, como tipo malo (viéndolo de forma subjetiva) al comienzo.
El día en que asesinan a la familia para la que trabaja en el Casino Lucky Dragon, Chuck obtendrá un motivo para salir a hacer estiramientos fuera del trabajo (lo de vivir en Hong Kong, quiera que no, es un acicate extra para empujarte salir a dar tollinas).
Pese a las pintazas de cowboy que gasta Norris (y eso cuenta también por los momentos en que gasta esmoquin) aquí se instala en un punto geográfico idóneo para la exhibición más completa hasta entonces -en el cine estadounidense- de su habilidad: lastima que en el encontronazo con Richard Norton disfrazado de su réplica queer se limite a unos segundos tomándole las pulsaciones en la muñeca prescindiendo del tensiómetro.
Chuck goza de sus mejores peleas (desde que se midió a Bruce Lee) en dos igualados combates contra el judoka Seiji Sakaguchi y Michael Cavanaugh pese a que en una de las dos (la del barco) haya una resolución tan deslucida y ridícula. No me atrevería a asegurarlo a pesar de que en su filmografía de Imdb, efectivamente, figura como 'young Intern', pero he creído reconocer a Tony Leung ('Chungking Express', Deseando amar') como efebo sexual de un mafioso al que Chuck Norris casi quema empapándolo con gasolina.
El director James Fargo también se hizo cargo de 'Harry el Ejecutor' y aquella otra con Clint Eastwood y un orangután.
Otra más, pero con mejores peleas.