Es bastante llamativo como después de tantos años Blood: The Last Vampire sigue sorprendiendo sobre todo por su animación. Un paso más allá a la hora de unir la animación clásica con la digital que supuso para Hiroyuki Kitakubo un antes y un después.

45 minutos es todo lo que necesitas para comprender todo lo que hay detrás de Blood. Una película que resuena entre los pilares más fundamentales de la animación japonesa moderna y que tiene una cinematografía impropia para el género. Más allá del puro placer visual de Blood, estamos ante una película llena de matices y de simbolismos que también atraerá a los que buscan algo más que un festival de sangre.

Saya es un personaje fabuloso, y sus misterios se mantienen vivos durante toda la película. Ese poder de atracción es otra de las partes más llamativas de la película. Mucha gente descubrirá sentimientos en su propio ser mientras ve pasar los largos títulos de crédito, como si fueran necesarios para asimilar las pocas veces usuales sensaciones que transmite Blood. Es una de esas películas difíciles de explicar no por su contenido si no por lo que transmite.