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Voto de Cinemagavia:
7
Drama David es un joven de 20 años de París que se dedica a vivir el presente. Se gana la vida con pequeños trabajos, y evita tomar decisiones que le comprometan. Es solitario y soñador. Un día se enamora de Lena, una vecina que acaba de llegar. Pero el tranquilo transcurso de su vida estalla de pronto cuando su hermana mayor muere brutalmente en un atentado. David es la única persona que se puede hacer cargo de Amanda, su sobrina de siete años. (FILMAFFINITY)  [+]
28 de mayo de 2020
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Cambio de vida

El terrorismo se ha convertido en uno de los temas más controvertidos de la última década. El auge de este tipo de ataques ha provocado que sea uno de los problemas que más preocupación ha creado en la población. Mikhaël Hers aborda la visión de las víctimas en Mi vida con Amanda, en especial, en las personas que deben afrontar la pérdida de un ser querido. En primer lugar, la construcción de la primera parte se realiza desde un prisma contextual, pero con un sentido narrativo y emocional. Gracias a esta perspectiva, el espectador entra dentro de este universo familiar y cotidiano. Es más, ofrece un punto de vista que, pese a ya estar en el imaginario del público, tiene frescura y sabe llegar a los espectadores. Sin embargo, no sucede lo mismo con la creación del conflicto y es donde se produce un dilema creativo.

Mientras que en la primera parte se posiciona en un punto más puro, en el conflicto cae en abusar extremadamente del detalle de situación. Por ello, aunque dure en escena apenas unos segundos, va a terminar marcando el film al no haber sabido tejer un relato más sutil, más sensible. Al contrario, hay un corte abrupto que puede llegar a conmocionar o molestar a parte del público. Por suerte, en los últimos puntos sabe equilibrarlo, aunque debe hacer uso de ciertas analogías algo forzadas. Aun así, es interesante ver el desarrollo del duelo, mostrando esa vorágine de sentimientos que se sucede. Incluso, con ese desgarro tan silencioso y sin buscar marcar cátedra, explica la gran dificultad que supone una situación así. Es lo que levanta el resultado global de la cinta.

*La mirada de Vincent Lacoste

Vincent Lacoste se ha convertido en el enfant terrible predilecto del cine francés. El actor acumula una larga lista de películas muy interesantes, donde ha podido mostrar su versatilidad interpretativa. Junto con su talento, en Mi vida con Amanda cambia de un registro más cómico hacia uno totalmente dramático. Por un lado, sigue teniendo esa energía vital, lleno de luminosidad y juego, que equilibra con secuencias realmente desgarradoras. Es posible que haya alguna pequeña parte que no termina de llegar al nivel sensitivo que requiere. Aun así, se aleja de caer en una tragedia expresiva, que podría desembocar en lo lacrimógeno y apuesta por dar rienda suelta a un realismo certero. Por esta razón, seguramente, el peso dramático recae sobre todo en él, aunque sabe combinarlo con Isaure Multrier a la perfección.

Isaure Multrier, por su parte, regala a los espectadores una actuación llena de luz y con una ternura intrínseca. A su vez, sabe plasmar todo el sentimiento que se encuentra en su interior, lo que hace que adquiera cierta madurez interpretativa. Lo único, es que hay ciertas secuencias que se escapan de su ejecución y puede mostrarse en un plano más exterior, por lo que se denota una extracción no tan satisfactoria. No obstante, forma una sinergia afectiva intensa con Lacoste. Luego, Ophélia Kolb realiza una labor llena de humanidad, con un control de la energía en su punto y un equilibrio de la ligereza apropiado. Por ende, se convierte en una de las piezas vertebrales de este relato. Por último, destacar la labor de Stacy Martin, que tiene una singularidad muy especial, acompañada de una personalidad magnética.

*El silencio

La manera en la que Mi vida con Amanda afronta el despliegue técnico se formula desde una luminosidad que busca la reflexión en la imagen. Por un lado, se cuidan mucho los detalles cotidianos, en los que emerge un brillo que transmite la positividad que examina durante la película. Junto a ello, hay una proliferación de colores suaves, en especial, azules y marrones, que reflejan ese camino introspectivo entre la acción. Lo mismo ocurre con la dirección artística, que sabe llevar al espectador ante ese París tan personal. Después, la dirección fotográfica encumbra esos momentos con unos grandes planos generales, invitando al público a sumergirse por la ciudad. Sin embargo, no le da el golpe de efecto necesario para entrar hasta las vísceras de lo emocional. Por lo tanto, se queda en un retrato algo vacío en alguna que otra secuencia.

Luego, el montaje dibuja una línea emotiva, con parsimonia, dejando a la audiencia que mastique su propio pensamiento. Gracias a ello, hay un acompañamiento bien pensado, aunque no siempre obtenga el fin que se planteé. Por otra parte, la banda sonora sabe colocar el tono en partes muy concretas, haciendo que sea un buen tejido musical y con una elegancia plausible, aunque podría sobresalir más. También sería conveniente subrayar el cuidado que hay en las metáforas visuales, en aquellas imágenes en donde el silencio es el que habla. Sin embargo, contrariamente a lo que podría haber sido, su capítulo final no termina de encontrar esa poesía visual. Mientras que en otros momentos no hace falta del diálogo y hay una contemplación escénica necesaria, en la última secuencia no encuentra ese desahogo sensitivo y se queda algo incompleto. Por lo cual, se echa en falta más verosimilitud expresiva.

*Conclusión

Mi vida con Amanda es una película que busca mostrar los sentimientos tan difíciles en las personas cercanas a víctimas del terrorismo. Sin embargo, la forma de abordar ciertos hechos vitales del film, hace que su construcción narrativa sea irregular. Por suerte, durante el último tercio de la película, hay un dibujo más verosímil, con un humanismo certero, aunque no suficiente como para equilibrar ciertos errores del libreto. Luego, Vincent Lacoste e Isaure Multrier realizan unas interpretaciones llenas de matices. Son el alma de la película, junto con Ophélia Kolb. Es una realidad que busca la sensibilidad en su metáfora visual que, aún así, se esparce en un golpe emocional efímero.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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