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Voto de davilochi:
8
Drama
Tonka es una chica que va a Praga a probar suerte y termina convertida en prostituta en un Burdel. Cuando llegan las vacaciones va a ver a su madre y se encuentra también con su antiguo novio, Jean. Él quiere casarse con ella, pero ella vuelve al burdel. Un día llegan los policías al burdel buscando una prostituta, pues un condenado a muerte quiere pasar su última noche con una mujer. Todas rechazan la oferta. Tonka, sintiendo lástima ... [+]
1 de febrero de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una película que, más allá de su evidente calidad cinematográfica, constituye un documento histórico de primer nivel para todos aquellos que pretendan acercarse a unas determinadas corrientes de pensamiento muy dominantes en las primeras décadas del siglo XX en todo el continente europeo. Karl Anton puede ser considerado como uno de los primeros directores de cine profesionales, con una carrera meteórica y extremadamente prolífica que empieza a principios de los años 20 y atraviesa los difíciles años de la Segunda Guerra Mundial. Además, sería contemporáneo de genios como Lang, Pabst, Murnau o Lubitsch, lo cual se deja notar en las múltiples influencias y experimentalismo presentes en su cine.
De hecho, este director germano nacido en Praga es uno entre los millones de alemanes que vivían esparcidos por toda Europa central y oriental en contacto con un privilegiado entorno etno-cultural donde confluían checos, judíos, eslovacos, húngaros, gitanos, polacos, rutenos o rumanos... Sí, no hay duda de que es un representante de pleno derecho de aquella Mitteleuropa de la que he hablado ya en otras críticas, uno de los restos del inmenso naufragio político y cultural que supuso la caída del Imperio austro-húngaro, que se acabaría de consumar en los años 40. A falta de más información sabemos que Karl Anton fue uno de los muchos alemanes que colaboraron con las autoridades alemanas durante su ocupación, siendo buena muestra de ello su película "El presidente Krüger" (1941). A Joseph Goebbels, artista frustrado y hábil propagandista, no se le escapaba el inmenso potencial de la cultura para influir sobre el imaginario colectivo. ¿Qué cualidades vio el Reichminister en este hombre a parte de las ganas de colaborar con el Reich?
"Tonka Sibenice" es, en sí misma, toda una declaración de intenciones por parte del director, que nos ofrece una película con un intencionado tono moralizante. De primeras, dentro de corrientes muy en boga entre la burguesía, Anton enmarca el inicio de su film en un entorno idílico de vida en el campo, con parajes deslumbrantes salpicados de aguas termales, hermosos castillos, ríos de aguas cristalinas e inmensas coníferas. Desde finales del siglo XIX se planteó abiertamente la necesidad de la vuelta a la naturaleza, una idiosincrasia que marcó los movimientos völkisch pangermanistas dentro de lo que en un principio fue una corriente alternativa surgida entre unas clases medias que deseaban desarrollar una identidad propia. Todo esto frente a la vida contaminada y disoluta de las ciudades, un entorno corrupto que mancillaba el espíritu y disolvía los valores más puros de una sociedad. Dichas tendencias ruralizantes y ese desprecio por la vida urbanita que las acompañaba tuvieron un reflejo muy notable en los diferentes planteamientos fascistas que afloraron a lo largo y ancho del continente. Pues bien, es innegable que esta dicotomía se ve con notable claridad en el film de Karl Anton.
De hecho, este director germano nacido en Praga es uno entre los millones de alemanes que vivían esparcidos por toda Europa central y oriental en contacto con un privilegiado entorno etno-cultural donde confluían checos, judíos, eslovacos, húngaros, gitanos, polacos, rutenos o rumanos... Sí, no hay duda de que es un representante de pleno derecho de aquella Mitteleuropa de la que he hablado ya en otras críticas, uno de los restos del inmenso naufragio político y cultural que supuso la caída del Imperio austro-húngaro, que se acabaría de consumar en los años 40. A falta de más información sabemos que Karl Anton fue uno de los muchos alemanes que colaboraron con las autoridades alemanas durante su ocupación, siendo buena muestra de ello su película "El presidente Krüger" (1941). A Joseph Goebbels, artista frustrado y hábil propagandista, no se le escapaba el inmenso potencial de la cultura para influir sobre el imaginario colectivo. ¿Qué cualidades vio el Reichminister en este hombre a parte de las ganas de colaborar con el Reich?
"Tonka Sibenice" es, en sí misma, toda una declaración de intenciones por parte del director, que nos ofrece una película con un intencionado tono moralizante. De primeras, dentro de corrientes muy en boga entre la burguesía, Anton enmarca el inicio de su film en un entorno idílico de vida en el campo, con parajes deslumbrantes salpicados de aguas termales, hermosos castillos, ríos de aguas cristalinas e inmensas coníferas. Desde finales del siglo XIX se planteó abiertamente la necesidad de la vuelta a la naturaleza, una idiosincrasia que marcó los movimientos völkisch pangermanistas dentro de lo que en un principio fue una corriente alternativa surgida entre unas clases medias que deseaban desarrollar una identidad propia. Todo esto frente a la vida contaminada y disoluta de las ciudades, un entorno corrupto que mancillaba el espíritu y disolvía los valores más puros de una sociedad. Dichas tendencias ruralizantes y ese desprecio por la vida urbanita que las acompañaba tuvieron un reflejo muy notable en los diferentes planteamientos fascistas que afloraron a lo largo y ancho del continente. Pues bien, es innegable que esta dicotomía se ve con notable claridad en el film de Karl Anton.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La película se centra en la figura de una joven muchacha que, como tantas otras de la época, emigró del campo a la ciudad en busca de trabajo, sin embargo, entendemos que corrompida por el brillo opaco de la vida en la capital acaba empleada en un prostíbulo. No se nos plantea cómo ha llegado a esa situación porque para un contemporáneo de Karl Anton es evidente que la vida en la ciudad implica este tipo de situaciones desgraciadas, no obstante no deja de ser curioso que Tonka sea presentada como una joven inocente, como una víctima. Ni qué decir tiene que por el tipo de encuadres utilizado para la actriz, la personalidad de la joven y la intensa iluminación que se emplea en los primeros planos de su rostro con el fin de darle una luminosidad blanca (símbolo de pureza) hay una asociación herética entre Tonka y una santa, como podría María Magdalena o, por qué no, la propia Virgen María. Precisamente, lo que Karl Anton pretende destacar es la deriva experimentada por la espiritualidad en la ciudad, encarnación de la nociva modernidad.
¿Y cuál es la encarnación de la vida cosmopolita y la modernidad? En este sentido, desde los presupuestos de un espectador actual el director no deja de ser sutil, si bien, para alguien que viera la película en los años 30 es evidente que el señor Plouck es el prototipo del judío, una figura casi omnipresente en el film, porque en base a él se articula el sentido y moraleja de la película. Cuatro referencias bastan para darse cuenta: la vestimenta, el hecho de que sea un vendedor ambulante (el mito del judío errante, como veremos) y, por supuesto, la prominencia de su dentadura (el judío era identificado por las peculiaridades físicas de su rostro, entendidas como deformidades). Todo esto va dirigido a infundir desprecio en el espectador hacia este individuo que, como buen judío, tendría un modus operandi similar al de la peste en la propagación de la desgracia. Basta con ver que no sólo es cliente habitual del burdel y tiene en Tonka a su chica favorita, sino que además será quien muestre la verdad sobre el oscuro pasado de la muchacha durante un casual viaje de negocios en el pueblo de ésta, justo el día antes de casarse. Y es que hay que entender el judío haría el mal sin quererlo, ya que es su portador; al menos así sería dentro de determinadas concepciones de la realidad como la de Karl Anton.
Hoy en día no es un secreto para nadie el antisemitismo de las sociedades europeas de entreguerras, menos aún en la Europa centro-oriental, donde aún sigue siendo muy agudo y donde se colaboró activamente con los alemanes en el exterminio de los judíos durante los años 40. Así pues, estamos ante una obra importante que se nos aparece como un síntoma latente de esa crítica a la modernidad realizada desde determinados sectores intelectuales y la búsqueda del camino moral correcto, que muchos acabarían encontrando en el fascismo.
¿Y cuál es la encarnación de la vida cosmopolita y la modernidad? En este sentido, desde los presupuestos de un espectador actual el director no deja de ser sutil, si bien, para alguien que viera la película en los años 30 es evidente que el señor Plouck es el prototipo del judío, una figura casi omnipresente en el film, porque en base a él se articula el sentido y moraleja de la película. Cuatro referencias bastan para darse cuenta: la vestimenta, el hecho de que sea un vendedor ambulante (el mito del judío errante, como veremos) y, por supuesto, la prominencia de su dentadura (el judío era identificado por las peculiaridades físicas de su rostro, entendidas como deformidades). Todo esto va dirigido a infundir desprecio en el espectador hacia este individuo que, como buen judío, tendría un modus operandi similar al de la peste en la propagación de la desgracia. Basta con ver que no sólo es cliente habitual del burdel y tiene en Tonka a su chica favorita, sino que además será quien muestre la verdad sobre el oscuro pasado de la muchacha durante un casual viaje de negocios en el pueblo de ésta, justo el día antes de casarse. Y es que hay que entender el judío haría el mal sin quererlo, ya que es su portador; al menos así sería dentro de determinadas concepciones de la realidad como la de Karl Anton.
Hoy en día no es un secreto para nadie el antisemitismo de las sociedades europeas de entreguerras, menos aún en la Europa centro-oriental, donde aún sigue siendo muy agudo y donde se colaboró activamente con los alemanes en el exterminio de los judíos durante los años 40. Así pues, estamos ante una obra importante que se nos aparece como un síntoma latente de esa crítica a la modernidad realizada desde determinados sectores intelectuales y la búsqueda del camino moral correcto, que muchos acabarían encontrando en el fascismo.