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Voto de davilochi:
7
6,4
54
Comedia. Drama
A Robert, un neoyorquino cansado de su cotidiana y mediocre vida, le ofrecen unos cuantos miles de dólares por casarse con una chica serbia. Ella es la novia de Branko, un joven serbio que lucha por sobrevivir en Nueva York y sueña con traer a su chica. Robert irá a Serbia y pasará unos días en casa de Branko, donde conocerá a su madre. (FILMAFFINITY)
5 de mayo de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película muy entretenida que nos brinda algunos de los elementos más típicos del cine balcánico de los últimos años. Veamos pues:
La película avanza para mostrarnos las dificultades diarias de Branko en Nueva York, una tierra inclemente a la que se a visto abocado a causa de las difíciles condiciones de vida en Serbia: "no hay trabajo, no hay dinero". Esto resume bien la situación del país, nada halagüeña. No obstante, Robert, un músico frustrado al que nada parece estimular ya, se ve empujado por un buclé del destino en un cruce de caminos en el que se encuentra con Branko. Cuando éste le proponga su plan irá a Serbia y allí se encontrará con que hay otro mundo más allá de su realidad diaria. En cierto sentido parece como si de pronto comience a respirar de nuevo. Lo que el director propone es cuanto menos paradójico, pero al fin y al cabo es la misma esencia de la vida: nunca sabemos dónde podemos encontrar el camino largo tiempo atrás perdido. Acabará diciendo de Nueva York: "No es Belgrado". Allí en Serbia ve otro modo de vivir, más humano y cercano, más cálido y acogedor, conoce el amor y la amistad. Todo típicos tópicos, pero planteados de un modo delicioso que te hacen desear tener el poder de empujar la historia hacia adelante, que todo salga como deseas y crees que debería pasar. ¿Ocurre así? Cada cual decide. Yo simplemente me quedo con que un hombre que no ha prestado mucha atención al mundo que le rodea acaba tomando conciencia de éste. Es curioso, por ejemplo, cuando Branko le propone ir a Serbia que éste le responde: "Eh, un momento, ¿allí no están en guerra?, ¡claro, por eso te fuiste!". Nueva York, un mundo dentro del mundo, allí donde todo lo que acontece parece estar muy lejano por lo dramático de los millones de microcosmos que allí se mueven en medio de un mundo deshumanizado, porque Nueva York no es lo que podemos ver en "Friends", por mucho que a todos nos gustaría pensar que es así.
Podemos destacar al resentido personaje que exterioriza su odio hacia Occidente por lo que él considera una afrenta continua al orgullo Serbio, en este caso el hermano de la novia de Branko. He aquí la memoria presente del bombardeo de Belgrado por la OTAN. De hecho, durante el trayecto entre el aeropuerto y la casa de Branko en el taxi del hermano de Olga, Robert será increpado por éste, como si él fuera culpable de ser estadounidense y de que su gobierno estuviera involucrado en el bombardeo. He aquí la importancia de los marcos de referencia interiorizados por la gente común, basados en una pura falacia: si el gobierno estadounidense practica terrorismo de estado es de suponer que dicha política está avalada por sus ciudadanos, por lo tanto todos los americanos son despreciables. Es curioso pero en estos casos es así como funciona la lógica humana en muchas cuestiones.
La película avanza para mostrarnos las dificultades diarias de Branko en Nueva York, una tierra inclemente a la que se a visto abocado a causa de las difíciles condiciones de vida en Serbia: "no hay trabajo, no hay dinero". Esto resume bien la situación del país, nada halagüeña. No obstante, Robert, un músico frustrado al que nada parece estimular ya, se ve empujado por un buclé del destino en un cruce de caminos en el que se encuentra con Branko. Cuando éste le proponga su plan irá a Serbia y allí se encontrará con que hay otro mundo más allá de su realidad diaria. En cierto sentido parece como si de pronto comience a respirar de nuevo. Lo que el director propone es cuanto menos paradójico, pero al fin y al cabo es la misma esencia de la vida: nunca sabemos dónde podemos encontrar el camino largo tiempo atrás perdido. Acabará diciendo de Nueva York: "No es Belgrado". Allí en Serbia ve otro modo de vivir, más humano y cercano, más cálido y acogedor, conoce el amor y la amistad. Todo típicos tópicos, pero planteados de un modo delicioso que te hacen desear tener el poder de empujar la historia hacia adelante, que todo salga como deseas y crees que debería pasar. ¿Ocurre así? Cada cual decide. Yo simplemente me quedo con que un hombre que no ha prestado mucha atención al mundo que le rodea acaba tomando conciencia de éste. Es curioso, por ejemplo, cuando Branko le propone ir a Serbia que éste le responde: "Eh, un momento, ¿allí no están en guerra?, ¡claro, por eso te fuiste!". Nueva York, un mundo dentro del mundo, allí donde todo lo que acontece parece estar muy lejano por lo dramático de los millones de microcosmos que allí se mueven en medio de un mundo deshumanizado, porque Nueva York no es lo que podemos ver en "Friends", por mucho que a todos nos gustaría pensar que es así.
Podemos destacar al resentido personaje que exterioriza su odio hacia Occidente por lo que él considera una afrenta continua al orgullo Serbio, en este caso el hermano de la novia de Branko. He aquí la memoria presente del bombardeo de Belgrado por la OTAN. De hecho, durante el trayecto entre el aeropuerto y la casa de Branko en el taxi del hermano de Olga, Robert será increpado por éste, como si él fuera culpable de ser estadounidense y de que su gobierno estuviera involucrado en el bombardeo. He aquí la importancia de los marcos de referencia interiorizados por la gente común, basados en una pura falacia: si el gobierno estadounidense practica terrorismo de estado es de suponer que dicha política está avalada por sus ciudadanos, por lo tanto todos los americanos son despreciables. Es curioso pero en estos casos es así como funciona la lógica humana en muchas cuestiones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Durante el viaje la cámara enfoca uno de los edificios afectados por el bombardeo (este trayecto me recuerda en cierta manera a "Maradona by Kusturica", cuando el astro argentino visita al director en Belgrado). En este sentido la película explora un aspecto muy interesante de la naturaleza humana y se inspira en todo un clásico: un tour por los agravios serbios para con la civilización occidental.
Sin embargo no es menos interesante la figura de Tosa Rajkovic, que vendría a ser el extremo dialéctico del hermano de Ivana. Este será el personaje en el que Robert buscará refugio y amistad durante su estancia en Belgrado, en él encontrará un confidente, alguien con quien compartir el silencio y una cerveza sin miedo a ser increpado. He aquí un viejo titista, un nostálgico de una era ya pasada en que Yugoslavia supo caminar entre dos mundos, ser la representación de la modernidad y de la tradición, a caballo entre oriente y occidente, el mosaíco de culturas. Hace poco leí un artículo en El País donde un tal Ramón Lobo, bastante mal informado y cargado de tópicos (típico de su profesión) afirmaba que Tito no había sabido crear un país. El problema es que hubo unos cuantos políticos irresponsables que decidieron que repartir el pastel era prioritario, por encima de estúpidos proyectos ilustrados basados en la fraternidad y la igualdad. Lo cierto es que aun quedan personas que creen que aquello valió la pena, más allá de sus errores, que aun recuerdan con nostalgia las vacaciones pagadas a la costa dálmata, la posibilidad de conocer a una mujer o a un hombre sin tener que preocuparte de la etnicidad. Por suerte aun quedan hombres como Tosa, seguramente el personaje más entrañable de la película. Nostálgico de los "Buenos viejos tiempos" cuando todavía tenían "una vida normal" (aun conserva su viejo pasaporte yugoslavo, el cual es contemplado por Robert como una reliquia, y una pared llena de banderas entre las que destaca una de Cuba).
Y como decía es curioso que un lugar y una situación de la que muchos querrían escapar, bien hacia delante, como Ivana, o bien hacia detrás, como Tosa pueda servir como punto de partida, un sitio donde recuperar la inspiración y la razón de vivir.
Sin embargo no es menos interesante la figura de Tosa Rajkovic, que vendría a ser el extremo dialéctico del hermano de Ivana. Este será el personaje en el que Robert buscará refugio y amistad durante su estancia en Belgrado, en él encontrará un confidente, alguien con quien compartir el silencio y una cerveza sin miedo a ser increpado. He aquí un viejo titista, un nostálgico de una era ya pasada en que Yugoslavia supo caminar entre dos mundos, ser la representación de la modernidad y de la tradición, a caballo entre oriente y occidente, el mosaíco de culturas. Hace poco leí un artículo en El País donde un tal Ramón Lobo, bastante mal informado y cargado de tópicos (típico de su profesión) afirmaba que Tito no había sabido crear un país. El problema es que hubo unos cuantos políticos irresponsables que decidieron que repartir el pastel era prioritario, por encima de estúpidos proyectos ilustrados basados en la fraternidad y la igualdad. Lo cierto es que aun quedan personas que creen que aquello valió la pena, más allá de sus errores, que aun recuerdan con nostalgia las vacaciones pagadas a la costa dálmata, la posibilidad de conocer a una mujer o a un hombre sin tener que preocuparte de la etnicidad. Por suerte aun quedan hombres como Tosa, seguramente el personaje más entrañable de la película. Nostálgico de los "Buenos viejos tiempos" cuando todavía tenían "una vida normal" (aun conserva su viejo pasaporte yugoslavo, el cual es contemplado por Robert como una reliquia, y una pared llena de banderas entre las que destaca una de Cuba).
Y como decía es curioso que un lugar y una situación de la que muchos querrían escapar, bien hacia delante, como Ivana, o bien hacia detrás, como Tosa pueda servir como punto de partida, un sitio donde recuperar la inspiración y la razón de vivir.