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Voto de davilochi:
10
23 de febrero de 2010
34 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada vez que leo las críticas antes de visionar una película del señor David Lynch, porque es algo que me impongo dado el respeto que me merece la gran labor que realiza esta web para todos nosotros y dada la molestia que muchos se toman de expresar sus ideas para facilitar nuestro visionado. Sin embargo esta vez quiero cargar contra el orgullo que algunos manifiestan por su ignorancia, si bien sus opiniones pueden ser muy útiles a la hora de que muchos otros no se atrevan a adentrarse en el complejo universo lynchiano. Yo pensaba que era una cuestión de gustos el que un film como este atraiga o no, no obstante he acabado por pensar que se trata de una cuestión de capacidad intelectual, de cultivo autodidacta y de desarrollo mental. Criticar esta película por falta de guión, por ser anticonvencional no denota otra cosa que la posesión de una mente decimonónica que ni tan siquiera ha pasado por las más básicas enseñanzas que nos dejara Freud o Nietzsche, por no hablar de otros como Putnam (este es el punto donde me llevo la tomatada, pero me da igual). Poner un uno a esta película y criticarla orgullosa y conscientemente es equivalente a los berridos de Millán Astray. Desde luego que no es necesario (aunque sí muy recomendable, como en todo lo que se trate de arte) contar con un bagaje intelectual en el pensamiento del siglo XX para disfrutar de Lynch, pero probablemente sí para entender algo de éste. No obstante, uno mismo, con sus propias experiencias personales y sus propios miedos puede verse reflejado en los caracteres esbozados a lo largo del film. Yo sé que el concepto de belleza es relativo, está claro que no puede ser impuesto, esto iría en contra de la naturaleza humana, pero hay que aceptar que no todo el mundo está capacitado genéticamente para entender ciertas cosas. Hay barreras insalvables hasta para el mismo Dios.
Doy mi interpretación de la película en el spoiler:
Doy mi interpretación de la película en el spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El propio Lynch reconoce que la película carece de toda lógica, podéis buscar cualquier entrevista en YouTube o en Google. Sin embargo es obvio que en cuestiones tan abiertas como su cine es posible que cada cual encuentre una interpretación diferente, acorde con sus circunstancias, con su propio bagaje vital. Yo percibo en el film la disolución del tiempo como un concepto flexible que en su estado natural supera la rigidez lineal impuesta por el ser humano, donde el pasado alcanza una y otra vez el presente de la protagonista, un presente que, por otro lado, ofrece pocas perspectivas y está completamente dominado por la desesperanza de modo que el futuro aparece cercano, casi tangible, pero aterrador. Ya desde fines del siglo XIX y a lo largo de la pasada centuria todos los grandes hombres y mujeres relacionados con el mundo de la ciencia y el pensamiento han tratado de superar el concepto lineal del tiempo por uno circular o fluctuante. Así trabaja Lynch en sus películas: tratando de jugar con lo que hay dentro de nuestras mentes (reminiscencias constantes del pasado, desasosiego en el momento presente y miedo al futuro). Las películas de Lynch son un constante intento por reflejar las imprevistas y desconcertantes emanaciones del subconsciente que rezuman hacia el exterior condicionando nuestro yo-consciente; todo ello llevado a la máxima expresión, porque Lynch no es de andarse con minucias.
Por supuesto hay mucho de metacine en esta película. Sea como fuere el metacine también trata de establecer un paralelismo con la vida misma. La protagonista, en su posición de actriz tiene más posibilidades que el resto de los seres humanos para entender que la vida es una constante pantomima, una función en la que nunca dejamos de actuar dependiendo del escenario y de los interlocutores. Hay un momento en que la cámara apunta a un rótulo cortado donde se lee (STARS MARKET) y pocos segundos después se encuentra con el grupo de mujeres que la acosa constantemente (no sabemos si como parte del film, como parte de una paranoia o como parte de la realidad) y afirma: "Soy una puta". Es la idea del actor y la actriz que vende su piel, su cuerpo y su imagen al mejor postor. El actor o actriz como una mercancía más. Es, obviamente, una aguda crítica a Hollywood y a su cine sujeto a las leyes del mercado.
Por último hay una idea que me ronda la cabeza y es la de que Lynch, en su egocentrismo e imagen de sí mismo como creador pueda verse a sí mismo como una especie de "genio maligno" al estilo del de Destartes o al ejemplo empleado por Jonathan Dancy en "Cerebro en una cubeta" que puede crear, hacer sentir, mover caracteres y seres humanos a su antojo. El director de cine como inductor de emociones. Esto se ve perfectamente tras el momento de la muerte de la protagonista, cuando descubrimos que no ha muerto, sino que se estaba grabando para la película en la que ésta actuaba mientras la cámara va ascendiendo, dominando el plano de forma omnipresente.
Por supuesto hay mucho de metacine en esta película. Sea como fuere el metacine también trata de establecer un paralelismo con la vida misma. La protagonista, en su posición de actriz tiene más posibilidades que el resto de los seres humanos para entender que la vida es una constante pantomima, una función en la que nunca dejamos de actuar dependiendo del escenario y de los interlocutores. Hay un momento en que la cámara apunta a un rótulo cortado donde se lee (STARS MARKET) y pocos segundos después se encuentra con el grupo de mujeres que la acosa constantemente (no sabemos si como parte del film, como parte de una paranoia o como parte de la realidad) y afirma: "Soy una puta". Es la idea del actor y la actriz que vende su piel, su cuerpo y su imagen al mejor postor. El actor o actriz como una mercancía más. Es, obviamente, una aguda crítica a Hollywood y a su cine sujeto a las leyes del mercado.
Por último hay una idea que me ronda la cabeza y es la de que Lynch, en su egocentrismo e imagen de sí mismo como creador pueda verse a sí mismo como una especie de "genio maligno" al estilo del de Destartes o al ejemplo empleado por Jonathan Dancy en "Cerebro en una cubeta" que puede crear, hacer sentir, mover caracteres y seres humanos a su antojo. El director de cine como inductor de emociones. Esto se ve perfectamente tras el momento de la muerte de la protagonista, cuando descubrimos que no ha muerto, sino que se estaba grabando para la película en la que ésta actuaba mientras la cámara va ascendiendo, dominando el plano de forma omnipresente.