Y si le pongo un tres es porque la presencia de Amparo Baró siempre es de agrado, con sus citas políticas pasadas de rosca. Afortunadamente no abusa de ellas.

Otra cuestión es el reparto. Exceptuando en algunos momentos a Javier Cámara, los demás personajes son auténticamente insoportables, en especial la neurasténica a la que da vida Eva Santolaria, un increíble ejemplo de actriz sobrevalorada en lo artístico y en lo físico.

Por suerte para todos, aunque demasiado tarde, este suplicio se acabó tras siete temporadas, tras las cuales la mayoría de los actores protagonistas pasaron a dar vida a otros insustanciales personajes en series similares y, para redondear la cuenta corriente, a hacer anuncios de zanahorias o del BrainTraining. Y creo que en los cortes publicitarios los actores daban lo mejor de sí mismos, tal vez porque sólo los tenías que aguantar medio minutito.

Carmen Machi siguió vociferando en el spin-off(ensivo) Aida, con resultados igualmente de exitosos para las audiencias acostumbradas a tragar bazofias de todo tipo.