Estaba viendo Love story, me estaba pareciendo lo que me estaba pareciendo (un completo coñazo) y de repente una llamada telefónica (lo que puede hacer la tecnología, el azar) inesperada a mitad de la cinta (obvio que estaba viéndola en casa) me hizo ver las cosas de manera muy diferente. Que, vamos a ver, lo que les pasa a estos dos chicos, lo que sienten finalmente, contra viento y marea, es algo que a veces deja de ser ese sentimiento que nosotros, por hacernos los fuertes, llamamos cursi. No, a partir de esa llamada telefónica, tras 45 minutos en los que me transporté a estados similares a los que trata la película, vi las cosas de otra manera.

A partir de ahí, la música de Francis Lai ya no me pareció una... iba a hablar mal, ya no me pareció una hortedara. Ali McGraw, a partir de entonces, me pareció la mujer más bella de la tierra. Ryan O'Neal, cuando se entera de lo que se entera de la pobre Ali (ay, Ali McGraw, a partir de ahora siempre diré ay cuando me refiera a ti) paso a ser yo. Cuando pasa lo que pasa al final, qué leches de nudos en la garganta, lágrima viva. En fin, que gracias a una llamada telefónica, abrí los ojos con esta película. Abrí los ojos y lo agradecí.