Más virulenta que violenta, Joker, o Joaquin Phoenix, o la madre que lo parió, es una película densa, envasada al vacío, como una sonrisa que saltará detrás de ti cuando tras un segundo de silencio un chiste que no hace gracia provoca esa mezcla de patetismo y sonrojo, ay sí te ríes. No te rías, es mejor.

De qué se ríen los payasos.

Joaquin Phoenix, para compensar la ausencia de sonrisas de oreja a oreja en el noventa y muchos por ciento de su anterior filmografía, se ríe que hasta se las pinta, Ja-ja-ja-ja…

Ja.

Joker es la mejor precuela en años. Pero ayuda que antes ha existido una huelga de basuras en Taxi Driver. O que en Network estallen sesos y en directo por televisión. O que en El rey de la comedia la madre llame al aspirante a stand up comedian a cenar. ¿Paul Schrader firma guiones con pseudónimo?

Vuelve la sonrisa eterna. Embadurnada, castigada, golpeada, vapuleada, apaleada. Los siglos de ignorancia y de mentiras que se antojarán arriesgadas. El grano que se convierte en arena gigante. La montaña propiedad de Thomas Wayne. ¿Papá era un buen hombre de negocios?

Ríete otra vez, Arthur.

La madre, el pasado. La ciudad en llamas. Las mentes podridas, las caretas que claman vendetta.

El fantasma de Scorsese acechará siempre. Gotham DC. Mujeres y hombres al borde de un ataque. Robert De Niro completa junto a la doble Jota el más grande par de narices. La ciudad no es para ti. El mundo puede ser tuyo. No saber si existes. Y quedaba todavía el futuro.

La vida es como una caja llena de payasos.