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Voto de Sotomonte:
4
2017
Álex Pina (Creador), Jesús Colmenar ...
6,9
35.876
Serie de TV. Thriller. Intriga. Acción
Serie de TV (2017-2021). 5 temporadas. Un misterioso personaje, que se hace llamar "El Profesor", planea el mayor de los atracos jamás ideado. Para llevar a cabo el ambicioso plan, recluta a una banda formada por personas con ciertas cualidades y algo en común: no tienen nada que perder. El objetivo es atracar la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, con la intención de quedarse encerrados dentro con una misión muy concreta: no robar ... [+]
9 de diciembre de 2021
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta serie ha pasado de ser, a mis ojos, una producción sobre robos, no demasiado verosímiles pero entretenidos, a un despropósito por el que me resulta imposible interesarme.
Pero empezaré por el principio. Como en toda relación que merezca la pena ser mencionada, La casa de papel me atrajo en sus primeros compases. El robo a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre en España se adivinaba divertido y muy palomitero. Su premisa: unos personajes con habilidades y personalidades de todas las índoles, un golpe imposible y un loco que había pasado los últimos veinte años en su sótano planeando ese golpe hasta el último detalle. Ingredientes para un heist más que apetecible, si me preguntan a mí. Uno de esos en los que renuncio un poco al realismo por el bien del más puro entretenimiento, y lo hago de buena gana.
Diré una cosa: La casa de papel no me decepcionó. E incluso iré más lejos: de la mano de un ritmo vertiginoso, unos giros de guion sorprendentes, decentes secuencias de acción, flashbacks que ahondaban en los personajes con acierto y algunas actuaciones notables (te miro a ti, Berlín), la serie superó mis expectativas. En sus dos primeras temporadas este atraco me atrapó hasta el punto de no poder dejar de mirar. Obvié algunas cosas difíciles de creer para hacerlo, pero no paré hasta verlo entero.
¿Por qué esta nota tan baja, entonces?
Pero empezaré por el principio. Como en toda relación que merezca la pena ser mencionada, La casa de papel me atrajo en sus primeros compases. El robo a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre en España se adivinaba divertido y muy palomitero. Su premisa: unos personajes con habilidades y personalidades de todas las índoles, un golpe imposible y un loco que había pasado los últimos veinte años en su sótano planeando ese golpe hasta el último detalle. Ingredientes para un heist más que apetecible, si me preguntan a mí. Uno de esos en los que renuncio un poco al realismo por el bien del más puro entretenimiento, y lo hago de buena gana.
Diré una cosa: La casa de papel no me decepcionó. E incluso iré más lejos: de la mano de un ritmo vertiginoso, unos giros de guion sorprendentes, decentes secuencias de acción, flashbacks que ahondaban en los personajes con acierto y algunas actuaciones notables (te miro a ti, Berlín), la serie superó mis expectativas. En sus dos primeras temporadas este atraco me atrapó hasta el punto de no poder dejar de mirar. Obvié algunas cosas difíciles de creer para hacerlo, pero no paré hasta verlo entero.
¿Por qué esta nota tan baja, entonces?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pues bien, como reza el título de esta reseña... por la más pura avaricia de sus creadores. Porque, por alargar un producto ya acabado, a base de repetición y más repetición, han destrozado lo que ellos mismos habían creado.
Y es que ya no existe verosimilitud en la trama, que hace aguas por todas partes. Por poner un par de ejemplos en forma de pregunta. ¿En qué mundo dejaría con vida un coronel a unos terroristas que han robado las reservas de oro de su país? ¿A qué genio se le ocurriría ya no perdonarle la vida, sino dejar en libertad a quien conoce un secreto que le llevaría a la ruina? Si hubiera el más mínimo rastro de sentido común en la obra, un coronel derrotado enterraría bien hondo a quien tuviera conocimiento de su fracaso, de un fracaso que además llevaría a la destrucción de su patria y la suya propia, de saberse. Después de todo, llevan cinco temporadas intentando convencerme de que es un golpe imposible, contra la gente mejor preparada. Esa "gente" debería como mínimo tener sentido común, ¿no? Un extra, una pregunta más que se me plantea. ¿Qué pueblo en sus cabales saldría a las calles para animar entre lágrimas a quienes le están robando? En fin, solo existe una explicación. En La casa de papel, el ejército, la gente de a pie y, en resumen, todo el que no lleva un mono rojo y una máscara blanca es condenadamente imbécil.
Y por ahí sigo… los personajes. Ni siquiera los del mono rojo se salvan en los últimos capítulos de la serie. Denver cambia sus intereses amorosos como yo los calzoncillos cada mañana; Tokyo y Río, la misma historia; el Profesor, por clara necesidad del guion parece desesperado a cada escena, con lágrimas en los ojos, para al siguiente ratito revelarnos ¡una vez más! que su gran plan tenía un subapéndice mil punto cero punto uno punto dos que nadie conocía (ni siquiera él) y lo resuelve todo... te habías creído su tristeza, ¿eh?; Alicia Sierra, ojo a esta, que pasa de ser la mismísima descendiente de Hitler a la prima de Gandhi en un par de días con el Profesor; el hijo de Berlín, se nos muestra como un tipo dispuesto a robarle la esposa a su padre y el oro a su tío, aunque este lo necesite para negociar por su vida… y cambia su personalidad por la de un osito familiar y bien simpático por una nota. Sí, una nota que convenientemente no se nos muestra. Todos cambian su personalidad cuando el guion lo requiere, no porque sus personajes evolucionen. Aunque entiendo que es normal, que se confundan. Entre tanta borrachera, drama y vaivén romántico no deben saber si están en el Banco de España o en la mansión de Gran Hermano. Yo tampoco lo tengo claro.
Concluyo con lo que para mí es lo más importante, el trasfondo de la serie. La idea de "libertad por encima de todo". Esa que nos lleva diciendo desde los albores de la serie que ser ladrón mola tanto que: "aunque sepa que al final me costará la vida, lo acepto, y mientras tanto viviré en libertad”. Sí. Esa piedra angular básica y definitoria es la misma que desaparece por completo al final. Da igual que la serie llevara cocinando la idea a fuego lento desde sus comienzos. Da igual que Berlín muriera por ello o que el Profesor, en el clímax argumental de su personaje, reconociese ser un ladrón como su padre, que también murió por ello. O que ni uno ni dos, sino casi todos los miembros de la banda dijeran en repetidas ocasiones que ellos no eran de los que llegaban a viejos, o se dieran cuenta de que en esta ocasión habían rebasado la línea y se habían metido en un asunto que les quedaba grande, la guerra. En las últimas temporadas los dos mil discursos grandilocuentes, la ineptitud del ejército y un final solo digno del más feliz de los cuentos Disney desdicen lo dicho como pocas veces he visto.
En fin. Sencillamente es lo que hay. Me hubiera gustado ponerle un 6 a esta serie hace un par de temporadas. Pero ahora termina con un 4. Después de tanto delirio, lo único que ha quedado con algo de sentido ha sido su banda sonora. I don't care at all.
Y es que ya no existe verosimilitud en la trama, que hace aguas por todas partes. Por poner un par de ejemplos en forma de pregunta. ¿En qué mundo dejaría con vida un coronel a unos terroristas que han robado las reservas de oro de su país? ¿A qué genio se le ocurriría ya no perdonarle la vida, sino dejar en libertad a quien conoce un secreto que le llevaría a la ruina? Si hubiera el más mínimo rastro de sentido común en la obra, un coronel derrotado enterraría bien hondo a quien tuviera conocimiento de su fracaso, de un fracaso que además llevaría a la destrucción de su patria y la suya propia, de saberse. Después de todo, llevan cinco temporadas intentando convencerme de que es un golpe imposible, contra la gente mejor preparada. Esa "gente" debería como mínimo tener sentido común, ¿no? Un extra, una pregunta más que se me plantea. ¿Qué pueblo en sus cabales saldría a las calles para animar entre lágrimas a quienes le están robando? En fin, solo existe una explicación. En La casa de papel, el ejército, la gente de a pie y, en resumen, todo el que no lleva un mono rojo y una máscara blanca es condenadamente imbécil.
Y por ahí sigo… los personajes. Ni siquiera los del mono rojo se salvan en los últimos capítulos de la serie. Denver cambia sus intereses amorosos como yo los calzoncillos cada mañana; Tokyo y Río, la misma historia; el Profesor, por clara necesidad del guion parece desesperado a cada escena, con lágrimas en los ojos, para al siguiente ratito revelarnos ¡una vez más! que su gran plan tenía un subapéndice mil punto cero punto uno punto dos que nadie conocía (ni siquiera él) y lo resuelve todo... te habías creído su tristeza, ¿eh?; Alicia Sierra, ojo a esta, que pasa de ser la mismísima descendiente de Hitler a la prima de Gandhi en un par de días con el Profesor; el hijo de Berlín, se nos muestra como un tipo dispuesto a robarle la esposa a su padre y el oro a su tío, aunque este lo necesite para negociar por su vida… y cambia su personalidad por la de un osito familiar y bien simpático por una nota. Sí, una nota que convenientemente no se nos muestra. Todos cambian su personalidad cuando el guion lo requiere, no porque sus personajes evolucionen. Aunque entiendo que es normal, que se confundan. Entre tanta borrachera, drama y vaivén romántico no deben saber si están en el Banco de España o en la mansión de Gran Hermano. Yo tampoco lo tengo claro.
Concluyo con lo que para mí es lo más importante, el trasfondo de la serie. La idea de "libertad por encima de todo". Esa que nos lleva diciendo desde los albores de la serie que ser ladrón mola tanto que: "aunque sepa que al final me costará la vida, lo acepto, y mientras tanto viviré en libertad”. Sí. Esa piedra angular básica y definitoria es la misma que desaparece por completo al final. Da igual que la serie llevara cocinando la idea a fuego lento desde sus comienzos. Da igual que Berlín muriera por ello o que el Profesor, en el clímax argumental de su personaje, reconociese ser un ladrón como su padre, que también murió por ello. O que ni uno ni dos, sino casi todos los miembros de la banda dijeran en repetidas ocasiones que ellos no eran de los que llegaban a viejos, o se dieran cuenta de que en esta ocasión habían rebasado la línea y se habían metido en un asunto que les quedaba grande, la guerra. En las últimas temporadas los dos mil discursos grandilocuentes, la ineptitud del ejército y un final solo digno del más feliz de los cuentos Disney desdicen lo dicho como pocas veces he visto.
En fin. Sencillamente es lo que hay. Me hubiera gustado ponerle un 6 a esta serie hace un par de temporadas. Pero ahora termina con un 4. Después de tanto delirio, lo único que ha quedado con algo de sentido ha sido su banda sonora. I don't care at all.