Muchas veces es difícil hacer que una película rodada de manera simple y directa cale tan hondo en los espectadores; normalmente los directores suelen adornar demasiado sus películas, sobre todo en el mundo hollywoodiense donde el cine funciona de otra manera.

En Europa por tradición hemos hecho otra clase de cine, un ejemplo muy claro es esta película de Jacques Becker. La sobriedad con la que está rodada es asombrosa. Realmente estamos viendo una verdadera evasión de una cárcel, no de manera heroica como en muchas otras películas, sino que se ve el trabajo duro para conseguirlo, sobre todo con el trabajo en equipo, ayundándose unos a otros, en conjunto.

Tienes la sensación al verla de que los protagonistas están picando hormigón de verdad, ves como se las ingenian para ir sorteando los problemas que les van surgiendo, como sudan, como sufren, día tras día, el avance de su fuga. Eso es lo realmente hermoso de la película, y todo ello con actores prácticamente semiprofesionales, de hecho alguno de ellos presos reales.Porque el otro punto fantástico de la película es que está basado en hechos reales. Esos hombres vivieron realmente todo el proceso y ayudaron con el guión.

Por otro lado, la película incide en las relaciones personales, en la confianza que tienen entre ellos. Pero no con todos. No todos son realmente delincuentes, y ahí entra el dilema de si confiar o no. Es verdad que la película nos muestra muy claramente como el grupo y el compañerismo son capaces de lograr un objetivo común, y nos lo recalca a lo largo de todo el film; el contrapunto es el personaje de Gaspard, diferente a los demás, está allí entre comillas por error, lo que provocará un recelo de los demás.

Sin lugar a dudas, una de las mejores películas carcelarias de siempre, simplemente por su simplicidad y coherencia en los hechos. Me recuerda un poco a La fuga de Alcatraz (1979) de Eastwood en ese sentido, pero pocas más se le ponen a la altura. Para disfrutar sin duda.