Empieza la película y Cuarón juega sus mejores cartas pintándonos un futuro desolador con planos secuencia que te dejan sin aliento, un estilo visual a medio camino entre Spielberg y Kubrick, imponente y transmitiendo una enorme intensidad y desconcierto por lo que sucederá a continuación…

Pero es aquí donde está el meollo del asunto, pues una vez que se ha planteado el conflicto y presentado a los personajes, la historia se detiene y no hay mucho más desarrollo, por lo que la trama pasa a apoyarse únicamente en situaciones aisladas que derivan en la típica carrera contra el tiempo y el uno contra todos que no aportan mayor hondura a nada. Al final luce como una película descompensada si tenemos el cuenta las ideas y caminos que se sugerían al inicio.

Y de la misma manera, queda un agridulce sabor de que algo ha faltado y no se aprovechado del todo el potencial que había entre manos. Quiere calar en el espectador, pero profundiza. Quiere ser dura, pero se limita a ser cruenta. Quiere ser humana, pero se siente demasiado seria.

Aún así, el trabajo de Cuarón derrocha talento y expone porque es uno los realizadores más atrevidos y competentes de nuestro tiempo.