Lo que más me ha gustado de la película es la interpretación de Ana de Armas como Marilyn, que hace su papel increíblemente bien. Lo que menos, que hayan tomado cuatro horrores de la vida de esa mujer y los hayan amplificado, exhibido, distorsionado, exagerado y contado de la peor forma posible, como si toda su vida se redujera solamente a eso y nunca hubiera tenido ni un instante de alegría, felicidad o serenidad en sus treinta y seis años de vida.
Si no supiéramos nada del personaje la conclusión sería que resulta imposible que semejante loca, débil y desgraciada llegara jamás a conseguir hacer algo de provecho con su vida y su profesión, pero mira por dónde hizo de todo, hasta una productora. Puede que tuviera su lado oscuro, puede que su infancia fuera difícil, pero desde luego reducir su vida a un grito y un lloro perpetuo es tan absurdo que se carga cualquier credibilidad sobre la película.
Ni es creíble que tuviera más inteligencia que Einstein ni tampoco que fuera tan loca y frágil, porque de serlo no hubiera enamorado a un hombre como Arthur Miller, sin ir más lejos.
Y ya de paso aprovecho para decir que el morbo y la insistencia constante en mostrar sin parar lo horrible y desagradable de la realidad, sea de personas o situaciones, se está convirtiendo en una auténtica escoria del cine y la televisión.
Y algunos ya empezamos a estar hartos de eso.