Lo reconozco: me gustan las películas que juegan a cuestionar dogmas desde presupuestos científicos. Si el dogma es cristiano y el supuesto científico procede de la arqueología, el interés, para mí, se dispara. Y quede constancia de que yo no creo en Dios, pero los asuntos de la fe cristiana me despiertan un singular interés. Por esa razón me he dejado embaucar por “The body” y admito que durante sus primeros diez minutos me pareció interesante. Las escenas de la cripta y las conversaciones in situ en torno a los huesos son lo mejor de la película.
Ahora bien: aparte de eso, no hay por donde cogerla. Desde el principio parte de una premisa tan ridícula que chirría hasta dejarte sordo. Y no me refiero a que puedan aparecer los huesos de Cristo, sino a que ello haga tambalearse la fe de nadie. ¿No sería más bien al contrario? ¿Acaso no ha sabido lidiar la Iglesia con verdades científicas que en su momento fueron una bomba mucho mayor? ¿Ha dejado la Iglesia de existir por el hecho de haberse demostrado que la Tierra no es plana, que el mundo no se creó en seis días o que el hombre no fue hecho del barro? ¿Acaso en muchos círculos católicos no se le da ya a la Resurrección de Cristo un significado simbólico y no una interpretación rigurosamente literal? ¡Es que resulta absurdo chantajear al Vaticano con eso!
La película tenía mil posibilidades de ir por otros derroteros, pero finalmente opta por la opción tontísima de quien desenchufa el cerebro para dejarse llevar por cuatro fuegos de artificio mal tirados…, porque, ya puestos, ni la intriga de acción tiene sentido.
Horrorosa.