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España España · Sevilla
Voto de Muzzle:
8
Thriller Anna, Georg y su hijo Georgie van a pasar las vacaciones a su bonita casa a orillas de un lago. Sus vecinos Fred y Eva han llegado antes que ellos. Las dos parejas quedan para jugar al golf al día siguiente. Mientras padre e hijo preparan el velero, Anna prepara la cena. De repente, Peter, un joven muy educado que se aloja en casa de los vecinos, se presenta para pedir que le presten algunos huevos porque a Eva no le queda ninguno. De ... [+]
11 de octubre de 2008
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza una película con su típica y tópica música orquestal, en este caso operística, un plano cenital aéreo sigue a un coche por una carretera. Una pareja juega a adivinar el autor de la composición que suena en el coche… y de repente una música brutal, ruidosa y molesta irrumpe en escena para avisarnos del título: FUNNY GAMES. Sólo eso basta para indicar por dónde van los tiros en la película del díscolo Haneke, un hombre habituado a generar sensaciones incómodas en el espectador.

Esta película austríaca de 1997 (hace pocas semanas se estrenó en España la versión americana, un calco plano por plano de ésta) es uno de los thrillers más difíciles de ver que recuerdo. Es imposible no revolverse en el sillón ante los acontecimientos, desde el mismo momento en el que aparecen los dos jóvenes perturbados en escena. Todo es incómodo: los personajes, las situaciones, la tensión latente, los planos fijos interminables, y los guiños que hace uno de los jóvenes al espectador, dirigiéndose especialmente a él.

Las interpretaciones sobre la película pueden ser múltiples y todas satisfactorias. Es inevitable acabar con la sensación de que Haneke ha jugado con el espectador de manera ruín, “rebobinando” las situaciones para demostrarnos que él es el que controla lo que pasa y que pasará lo que su mente enfermiza ya ha decidido. No importan los sentimientos del público, ansioso porque la acción cambie, que esas personas dejen de sufrir y sean los psicópatas los que empiecen a ver truncados sus planes. Haneke no deja apenas resquicio para la luz. No le interesa mostrar el lado bonito de la vida, sino enseñar una violencia real, palpable y a la que está expuesta cualquier persona.

Se puede entrever una crítica al tratamiento de la violencia en el cine, sobre todo en el americano (de ahí que quizás sí tenga sentido un remake plano por plano diez años después de que se estrenará la original), donde se suele mostrar como un elemento gratuito. Aquí no hay apenas violencia explícita, pero el visionado se hace eternamente más duro y resulta más sádico que en películas absurdas como Hostel (qué mejor ejemplo de la sangre por la sangre).

Por otro lado Haneke juega a ver cuánto es capaz de soportar el espectador. Parece estar diciéndole: “Yo estoy enfermo y soy un sádico porque he hecho esta película…Pero, ¿y tú? ¿Cuánto eres capaz de soportar?”. Yo aguanté hasta el final, asustado, repugnado y a la vez maravillado ante la inteligencia del director, grandilocuente y hedonista sí, pero magistral.
Muzzle
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