Tengo bastante poca predilección por las series que se hacen en la actualidad, eso de estar un día y a una hora determinada delante del televisor, me recuerda cuando pides cita al médico.

Ante la insistencia de un par de amigos sobre las bonanzas de “Roma”, no pude resistirme y mucho menos cuando me dejaron en DVD la primera temporada.

Vayamos rápidamente con las debilidades de la serie.

En un episodio hay una escena donde Julio Cesar le dice a otro que no se atreve a castigar a Vorenus y Pullo porque les protegen los dioses, y explica los motivos. Y se queda corto. Convertir a estos dos romanos en protagonistas de todos y cada uno de los hechos históricos que van sucediendo en la serie es exagerado e inverosímil. Uno, dos, tres, incluso cuatro... pero de ahí a que estén hasta en la sopa como la señora Fletcher en un error. Me hace distanciarme mucho al no creerme lo que me cuentan.

Los diálogos, muy contemporáneos, la forma de hablar de los personajes es todo menos respetable, la relación entre oficiales y solados era más dura y jerárquica que no los chascarrilos y tuteos continuos que tenemos que padecer en la serie. Ya no hay buenos dialoguistas en Hollywood.

Para ser una superproducción no se atreven ni una vez a la hora de filmar una gran batalla. Despacharlas con elipsis es no querer ser completo ni valiente.

Echo de menos más interacciones con los pueblos y provincias de alrededor. Un poco de miras más altas es esencial si se quiere tocar la política romana. La campaña de Egipto está contada de forma insuficiente y el engarce con el siguiente capítulo es nulo. Se nota demasiado la mano de tantos directores en la narración, ya que van a lo suyo y dejan algunos cabos sueltos.

El carácter populista de la serie, como pretende ser vista por todos, hombres y mujeres, mayores y pequeños, abusa del esquema de telenovela rosa, con un protagonismo de las feminas exagerado en clave actual. En más de un momento el fantasma de “Falcon Crest” (y en otras de “Gladiator”) planea sobre la serie.


Y varias cosas más que ahora no vienen al caso, sin embargo y en conjunto es una serie recomendable, de gran calidad técnica que hace que el espectador se interese por el tema, y que además se nota que en este caso y sin que sirva de precedente, los norteamericanos han venido a rodar a Roma con cierta humildad y a aprender también de los italianos. La veracidad histórica es otra de sus fortalezas, podemos calificarla de notable, aunque cuando comete algún error no es baladí precisamente.

En definitiva, es cierto que “Roma” supone un salto cualitativo en todo el cine que se puede enmarcar como “peplum”, sobre todo por la forma de tratar moralmente a los personajes, muy alejado de maniqueísmos cristianos, pero qué quieren que les diga, me sigo quedando con “Espartaco” y con Laurence Olivier.