Kevin Bacon es uno de esos actores por el que el gran público siente un especial aprecio, y es que no es mentira que es un muy buen actor que aún espera ese gran papel que lo acabe de lanzar a la élite. Y es que él es el principal aliciente de este producto, parido del creador del sleeper de hace unas cuantas temporadas, "Saw" (un soplo de aire fresco al cine de terror con secuelas de discutida admiración).

La propuesta de Wan, de primeras, parece interesante: ofrecer una nueva pieza del subgénero "revenge movie" con un Bacon pasado de vueltas repartiendo estopa. Aunque el resultado final no es del todo desalentador, el film cuenta con el principal problema es que su modernismo autoimpuesto protagonista durante todo el metraje le resta alma, con un plano secuencia incluído que se ve totalmente descafeinado debido al look tan computerizado y esas piruetas visuales que no hacen más que restar credibilidad a la terrible historia que se está contando en pantalla.

La película gana con la constante violencia de la que presume, mostrada en la justa medida para acrecentar la brutalidad de la trama y todos los actos consecuentes de sus personajes.

El guión cae en demasiados tópicos, sobretodo en toda la parte familiar y rollo paternofilial, que no hacen más que llenar de clichés a la película, que está muy alejada de aquellas "revenge movies" de los años 70 hechas con muy pocos medios pero con mucha garra y desde adentro.

"Death Sentence" intenta parecer por momentos un "Taxi Driver" moderno, pero en realidad no deja de ser un "Death Wise" sin alma.

Los más avispados se habrán dado cuenta de la "autofelatio" que se hace el director, poniendo en una pared el graffitti del monigote de "Saw".