Película israelí de 2013 que mezcla imagen real con animación y que homenajea al séptimo arte contándonos su decadencia a manos de la informática. Es el retrato de una industria cambiante a la que la tecnología está matando. Otro arte que muere, el de la actuación, por culpa de los avances informáticos.

La película comienza con imagen real para luego convertirse en una espectacular y un tanto delirante film de animación con multitud de guiños cinematrográficos , todo muy onírico y “lisérgico”, exhuberante, un tanto abrumador.

Entre tanta “exhuberancia visual” El Congreso muestra una distopía en la que la verdad se enmascara detrás de la química (la ciudad es una suerte de cielo químico en el que cada uno elige quien quiere ser). Refleja una sociedad que ha perdido la esperanza y a la que lo único que le queda es elegir tomar o no la píldora que te llevará al cielo químico, a la “verdad”, o morir. La única elección que le queda al ser humano es vivir su vida tal cual, con sus sufrimientos y miserias, o inducir químicamente una falsa vida... o una “falsa” muerte.