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Voto de Donald Rumsfeld:
3
7,4
33.611
Animación. Fantástico. Drama. Comedia
¿Alguna vez te has preguntado de dónde provienen tu pasión, tus sueños y tus intereses? ¿Qué es lo que te hace ser... tú? Pixar te lleva en un viaje desde las calles de Nueva York a los reinos cósmicos para descubrir las respuestas a las preguntas más importantes de la vida.
20 de enero de 2021
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pretender la ecuanimidad en películas como Soul o Coco requiere tener en cuenta que ya no operan sobre el vacío, como las primeras de Pixar, en las que ni tan siquiera había un marco de referencia con el que contrastarlas; por el contrario, hoy la animación digital se ha perfeccionado al punto de estar presente en casi todas las películas de alto presupuesto, provocando que en lo estrictamente visual sea difícil saber donde comienza y acaba; el efecto es que desde aquella primera hornada lo digital ha pasado de excepción a norma y lo que antes era irrealizable hoy solo es una cuestión de presupuesto, restringiendo así, por saturación, la posibilidad de sorprender al espectador desde una perspectiva visual. Por si eso no fuera suficiente, también habría que quitar el listón que la propia Pixar situó en algún punto de la estratosfera. Teniendo en cuenta lo anterior, Soul quizá no sea un fracaso pero sí una película que traiciona seriamente la misma esencia que hizo de Pixar lo que fue.
Técnicamente es fallida, además de fea. Y esto por varias razones, algunas de las cuales se conectan a su vez con su diseño artístico o la naturaleza genérica en la que insiste en encuadrase: drama (exclusivamente) adulto con toques de comedia y lecciones de autosuperación. A excepción del gato, cuya animación es portentosa, los personajes humanos son anoréxicos: solo una cabeza con extremidades finas y alargadas, algo que sirven para enfatizar unos movimientos a lo slapstick -rápidos, exagerados, caricaturescos, supuestamente cómicos-, que no encajan con las escenas dramáticas y que además se contraponen de manera estridente con los fondos y el mobiliario hiperrealista en donde trascurre gran parte de la misma. Por otro lado, la imaginería remite directamente a lo sobrenatural y, de manera grosera, a lo específicamente religioso, propiciando secciones enteras en donde se dedica a disfrazar de neón escenas ya vistas y un diseño de entornos y personajes que conjuga la nula expresividad y el y mal gusto a parte iguales (obsérvese la diferencia con los personajes de Inside Out, cuya textura se correspondía al punto con lo que representaban). Por lo demás, hay detalles que dan la impresión de no estar bien rematados: saturación excesiva, brillos exagerados, animaciones planas o fondos que dan la impresión de ser una versión inacabada. La cosa es tan seria que ni tan siquiera la banda sonora encaja. Soul quiere ser jazz, pero confunde la improvisación con el desorden y el ritmo con la velocidad, presentando en ocasiones elementos casi indistinguibles a una velocidad suicida. Amigos de Pixar, me sabe mal tener que recordároslo: el ritmo es una sucesión de pausas.
Dramáticamente no solo es fallida, basta compararla con (ya que estamos) Inside Out para darse cuenta de que es estúpida. Por ejemplo: mientras que allí la imaginería de la película recreaba de manera sencilla y precisa los procesos mentales de una niña con estrés, aquí se nos envía, escalera ascendente mediante, puerta con luz al fondo, con un trasunto de San Pedro. El resto del cuento de navidad es una representación del cristianismo del pavo en tonos algodón de azúcar, por la que un personaje central -extremadamente plano y más suave que Mr Scrooge tras una colonoscopia complicada-, transita sin saber muy bien a cuento de qué viene todo aquello. En síntesis: a una premisa central nivel Gump (carpe diem) se une, de manera contradictoria, el absurdo (judeocristiano) según el cual para poder apreciar plenamente el valor de lo cotidiano es necesario un más allá. Y a continuación, para que no queden dudas de que el asunto es completamente parcial y en absoluto laico, escenifican un más allá en el que el carácter, el talento o las inquietudes se prefiguran con anterioridad a la maculada concepción; dejando así el peso de la biología, las circunstancias o los propios individuos en poco más que calderilla.
Técnicamente es fallida, además de fea. Y esto por varias razones, algunas de las cuales se conectan a su vez con su diseño artístico o la naturaleza genérica en la que insiste en encuadrase: drama (exclusivamente) adulto con toques de comedia y lecciones de autosuperación. A excepción del gato, cuya animación es portentosa, los personajes humanos son anoréxicos: solo una cabeza con extremidades finas y alargadas, algo que sirven para enfatizar unos movimientos a lo slapstick -rápidos, exagerados, caricaturescos, supuestamente cómicos-, que no encajan con las escenas dramáticas y que además se contraponen de manera estridente con los fondos y el mobiliario hiperrealista en donde trascurre gran parte de la misma. Por otro lado, la imaginería remite directamente a lo sobrenatural y, de manera grosera, a lo específicamente religioso, propiciando secciones enteras en donde se dedica a disfrazar de neón escenas ya vistas y un diseño de entornos y personajes que conjuga la nula expresividad y el y mal gusto a parte iguales (obsérvese la diferencia con los personajes de Inside Out, cuya textura se correspondía al punto con lo que representaban). Por lo demás, hay detalles que dan la impresión de no estar bien rematados: saturación excesiva, brillos exagerados, animaciones planas o fondos que dan la impresión de ser una versión inacabada. La cosa es tan seria que ni tan siquiera la banda sonora encaja. Soul quiere ser jazz, pero confunde la improvisación con el desorden y el ritmo con la velocidad, presentando en ocasiones elementos casi indistinguibles a una velocidad suicida. Amigos de Pixar, me sabe mal tener que recordároslo: el ritmo es una sucesión de pausas.
Dramáticamente no solo es fallida, basta compararla con (ya que estamos) Inside Out para darse cuenta de que es estúpida. Por ejemplo: mientras que allí la imaginería de la película recreaba de manera sencilla y precisa los procesos mentales de una niña con estrés, aquí se nos envía, escalera ascendente mediante, puerta con luz al fondo, con un trasunto de San Pedro. El resto del cuento de navidad es una representación del cristianismo del pavo en tonos algodón de azúcar, por la que un personaje central -extremadamente plano y más suave que Mr Scrooge tras una colonoscopia complicada-, transita sin saber muy bien a cuento de qué viene todo aquello. En síntesis: a una premisa central nivel Gump (carpe diem) se une, de manera contradictoria, el absurdo (judeocristiano) según el cual para poder apreciar plenamente el valor de lo cotidiano es necesario un más allá. Y a continuación, para que no queden dudas de que el asunto es completamente parcial y en absoluto laico, escenifican un más allá en el que el carácter, el talento o las inquietudes se prefiguran con anterioridad a la maculada concepción; dejando así el peso de la biología, las circunstancias o los propios individuos en poco más que calderilla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El “naturalismo psicológico” (los problemas, procesos y elementos que conformaban la sustancia de sus argumentos eran naturales) de sus anteriores películas era representado en universos fantásticos pero extremadamente ordenados, lógicos y rigurosos, hasta el punto de que lo “real”, lo cotidiano, eran los propios elementos fantásticos, y a su vez lo que solemos considerar como real no era más que el factor disruptor, un elemento caótico que alteraba el equilibrio y transformaba la situación. Es gracias a esa inversión de términos que la verdadera pesadilla en Monsters SA, Inside Out, Buscando a Nemo o las tres primeras de Toy Story era, de manera hermosa y paradójica, lo Real. Esa inversión es anulada en Soul por un mundo en el que lo fantástico es, literalmente, la resurrección, y en el que lo real ha sido excluido minuciosamente de cada animación, reacción, personaje y/o idea, y del que tan solo queda, sin asomo de ironía, un background ultrarrealista que ejemplifica con precisión una de las constantes narrativas del cine “digital”: cuanto más real se vuelve en su forma, más irreal se hace en su fondo, en su sustancia. Por decirlo claramente, la verdadera pesadilla, el verdadero monstruo de Soul, que aquí ni tan siquiera hace un cameo, es el miedo de su personaje a que su talento no sea reconocido, es decir: el deseo. Por el camino puede haber cierto autodescubrimiento, pero este es tan elemental que ni tan siquiera funciona como hilo conductor, y el Más Allá, a pesar de cierta subtrama, queda reducido aquí a una coartada para dar al personaje una nueva oportunidad, cumplimentando su deseo y adentrándose de lleno en lo que viene siendo el cine de animación Disney de toda la vida. Precisamente ese deseo, que es el combustible de la narración y lo más “real” de su argumento, es absurdo hasta la irrisión, y no por lo del reconocimiento, que puede ser comprensible *, sino porque es imposible que alguien que toca así no sea inmediatamente apreciado casi como un maestro. Soul parte del mismo punto que esas películas en las que una mujer impresionante (digamos Ingrid Bergman) finge que no hay nadie que la quiera. No solo no hay manera de creerlas sino que hay algo repugnantemente inverosímil en ese tipo de interpretaciones, personajes y situaciones: el modo en que se retuerce lo real hasta dejarlo sordo, ciego e insensible. Es increíble que alguien con esa perfección técnica no haga bandas sonoras para Disney, y todo el rollo que le sueltan los demás es irritante desde el minuto uno: ninguna madre, tía, prima y ni tan siquiera suegra, está tan sorda. Tan sólo sirve para enfatizar el nivel Forrest del resto del conjunto: la vida es una caja de bombones, los sueños castos se hacen realidad, con esfuerzo cualquier meta se puede alcanzar.
*Todo es vanidad.
*Todo es vanidad.